«Los cobardes» de Miguel Hernández

Poema de Miguel Hernández, el poeta del pueblo en el frente


Los Cobardes es un texto integrado en el poemario Viento del pueblo, de 1937. Pertenece a la segunda etapa poética de Miguel Hernández, llamada también como poesía bélica o de urgencia. Destaca la evolución en su obra, donde cambia el tema principal hasta entonces, el amor dirigido a la mujer, por el compromiso social, político y la defensa de los valores de la República.

Durante la contienda cantaba poemas en los principales frentes para levantar el ánimo de las tropas republicanas, muchas veces en las propias trincheras bajo el fuego enemigo.

Esta actitud cercana a los combatientes, frente a la más cómoda y distante posición en la retaguardia de los principales integrantes de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, le llevó a tener conflictos con ellos, como la ruptura de su amistad con Rafael Alberti y su mujer María Teresa León.

Publicó en El Mono Azul , en su sección de “Romancero de la Guerra Civil“, y en otras revistas de guerra.

Antes y ahora, el mundo solo cambiará con los valientes


Los cobardes

Hombres veo que de hombres
solo tienen, solo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.

Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para nuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes ni nada.
Huis y huis, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

Viento del Pueblo, 1937
Miguel Hernández

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