VELASCO MORENO, Luis. Falangista [1] de nuevo acuño, anteriormente había militado en algunas organizaciones de izquierdas de las que fue expulsado. El 18 de julio se encontraba en la prisión de Córdoba, siendo libreado por los sublevados.
De que calaña sería el personaje que el propio Castejón dijo de él: […], era un perfecto canalla. Pertenecía al desecho de la sociedad, que había estado ya en todos los partidos, de la izquierda y de la derecha. Por ello, conocía a toda Córdoba y denunció a muchísima gente [2].
Del personaje dice el historiador Francisco Moreno [3]: Las fechorías de Velasco no tuvieron límite […]. Parece que los mismos suyos lo acabaron encarcelando, después lo marginaron y, ausente de la ciudad, arrastró una vida miserable.
Velasco era miembro de la guardia pretoriana del sanguinario Don Bruno [4], y del conocido como Batallón de la Noche, que se dedicaba a llevar a cabo razzias nocturnas, deteniendo, y asesinando, a todos los que les parecía. Relacionado directamente con la muerte de su propia cuñada Pilar Barrena, el 7 de abril de 1937; de la costurera Dolores Muñoz, y del gran poeta cordobés José María Alvariño Navarro. La sentencia a muerte de este último la dictó un día que se lo encontró en un bar, diciéndole: Delante de mi no pasea ningún izquierdista por Córdoba.
Al finalizar la guerra fue encarcelado por sus propios correligionarios –con algún privilegio, como no podía ser menos-. En la cárcel coincidió con el doctor republicano Antonio Sáenz Molina, ante el que se jactaba de las atrocidades que había cometido; incluso le decía que si fuera necesario volvería a las andanzas, amenazándole con que él sería una de sus primeras víctima.
VELÁZQUEZ MATEO, Juan Antonio. Muchas fueron las mujeres que padecieron la represión en distintas formas; también fueron muchas las asesinadas por no haber cedido a las pretensiones, o por rencillas personales de alguno de los sublevados, antes de comenzar la guerra. La misoginia era algo común entre los elementos que se alzaron el 18 de julio de 1936 contra la República.
Uno de estos crueles misóginos era el guardia civil Juan Antonio Velázquez Mateo. Velázquez estaba destinado en Jauja (Córdoba) antes de estallar la guerra. En esta población vivía Ricarda Ana Cobacho Cañete «Ricardita». Esta mujer daba clases particulares, a la vez que escribía cartas y peticiones para aquellos que no sabían hacerlo. Antes de estallar la guerra, Velázquez le envió varias notas amenazantes, recriminándole el estar protagonizando una campaña para que se construyera una escuela en lugar de un cuartel para la Guardia Civil. Las denuncias de Ricardita hicieron que Velázquez fuera trasladado a Málaga.
Una vez que estalló la sublevación, Velázquez regresó a Jauja. En esta localidad cordobesa, Velázquez, junto al jefe de Falange del pueblo, Rafael Écija Carrasquilla, sembraron el terror entre la población.
Ricardita temiendo la represión huyó a Córdoba, pero al mes regresó a Jauja. Inmediatamente Velázquez ordenó la detención de la mujer, junto a su esposo, su hermana, y Rosalía Ruiz Cobacho. Durante cuatro días fueron torturados en el cuartelillo de la Guardia Civil. Trascurrido este tiempo a Rosalía Ruiz la fusilaron en las tapias del cementerio el 5 de noviembre de 1936.
A Ricardita, Velázquez se la llevó a una casa de campo, teniéndola encerrada durante varios días, sin que sepamos las atrocidades que hizo con ella. Finalmente el cadáver de Ricardita fue encontrado, totalmente destrozado y a medio enterrar en un cortijo llamado La Cola.
El marido de Ricardita enloqueció por lo ocurrido, terminado por quitarse la vida; a su hija de tan sólo 13 años le dieron una brutal paliza que casi acaba con su vida; y la tienda de comestibles que dirigía el matrimonio fue expropiada, pasando a manos del secretario del Ayuntamiento, Manuel González Aguilar.
ZAMACOLA ABRISQUETA, Fernando. Antes de iniciarse la contienda, la policía tenía fichado a Zamacola como atracador, con antecedentes de robo a mano armada. De hecho se encontraba en la prisión del Puerto de Santa María, junto a su hermano Domingo, siendo liberado por los facciosos el 18 de julio.
Falangista de nuevo cuño al día siguiente de ser liberado se presenta en Rota junto a otros camaradas, formando un grupo conocido como Los Leones de Rota. Inmediatamente comienzan a asesinar a personas, desde la localidad gaditana comienzan a llevar a cabo razzias por las poblaciones cercanas, sembrando el terror allí por donde pasaban: 20 asesinados en Chipiona, 40 en Rota, más de 80 en Sanlúcar de Barrameda, cerca de 100 en Trebujena, más de 300 en Jerez, y muchos más en el Puerto de Santa María. Las milicias formadas por Zamacola en Rota y el Puerto de Santa María –a imagen y semejanza de las que había formado Manuel Mora-Figueroa en Jerez de la Frontera-, participaron en las matanzas llevadas a cabo en los pueblos mencionados y en muchas otras poblaciones andaluzas.
Formando parte de la columna de Mora-Figueroa, participó en la toma de [5] Estepona y de Grazalema, tras la conquista de esta última población, Queipo de Llano le nombró alférez honorario de Infantería. Según el historiador Fernando Romero [6], en algunos de los pueblos por los que pasaban Los Leones de Rota, las personas de derechas decían que si así era la Falange preferían a los «rojos». Por el contrario sus camaradas estaban encantados con la actuación de Zamacola; así quedó reflejado en el diario gaditano Águilas, en un artículo del falangista Ramón Gorro, el 19 de julio de 1937: Como Fernando Zamacola hemos de ser en todo, los camaradas de la Falange. Ni vacilación, ni desesperanza. Acción, Acción, Acción.
Zamacola, fue junto al guardia civil Juan Vadillo [7], fue el protagonista de las barbaridades cometidas en Benamahoma, sobre las que no insistiremos.
A Burgos llegó una denuncia anónima contra Zamacola por su actuación en el Puerto de Santa María, En la denuncia se acusaba a Zamacola, a su hermano y a su cuadrilla de falangistas que actuaban como una banda de pistoleros. Añadía la denuncia que se habían enriquecido con el saqueo, y las coacciones a industriales pidiéndoles dinero.
Se abrieron diligencias en 1937, pero el expediente quedó paralizado, seguramente debido a los contactos que tenía Zamacola, hasta noviembre de 1940, cuando se decidió archivarlo. En 1939, ya muerto Zamacola [8], también aparece en el sumario abierto contra Juan Vadillo.
ZURDO MARTÍN, Luis. Comandante de la Guardia Civil, el mismo 18 de julio se puso a las órdenes del coronel Ciriaco Cascajo, que dirigía la sublevación en Córdoba. Zurdo fue el que detuvo al gobernador civil y al capitán Manuel Tarazona Amaya, que se había mantenido fiel a la República. El 16 de agosto de 1936 es nombrado Jefe de Orden Público de Córdoba. Con Zurdo comenzaron los fusilamientos masivos en Córdoba. En el poco más de un mes que se mantuvo en el cargo –fue sustituido por Bruno Ibáñez- se calcula se asesinó en Córdoba a más de mil personas.
El catedrático Rafael Castejón –nada sospechoso de ser un «rojo»- le definió a la perfección: Zurdo era mala persona, vicioso y borrachín. Lo destituyeron porque decían todos los allegados al Glorioso Movimiento que no podía ser jefe de orden Público porque siempre estaba en la taberna de San Miguel y nombraron a otro peor Don Bruno. En abril de 1937 pasó a la reserva como teniente coronel; siendo apartado del Ejército el 30 de marzo de 1939 por incapacidad para el mando.
Bibliografía reseñada en el capítulo
MORENO GÓMEZ, Francisco (2009): 1936: el genocidio franquista en Córdoba, Barcelona.
ROMERO ROMERO, Fernando (2008): Falangistas, héroes y matones. Fernando Zamacola y los Leones de Rota, en Cuadernos para el Diálogo, nº 33, pp.
[1] Fue expulsado de Falange el 12 de mayo de 1937.
[2] Tomado de Moreno, 2009: 552.
[3] Moreno, 2009: 552.
[4] Ver capítulo 3.
[5] Formó parte de esta columna desde al 13 de agosto de 1936, hasta octubre del mismo año. Fueron separados de la columna a petición del propio jefe de la misma.
[6] Ver Romero, 2008.
[7] Ver Capítulo 4 (VIII).
[8] Murió en el frente de Córdoba el 14 de junio de 1938.