Aunque no fue muy difundido en los medios de desinformación, la mayoría de nosotros ya tuvimos noticias de lo sucedido en Navorno-Karbaj. Esta zona del Cáucaso no se caracteriza por ser una de las más conflictivas del globo, más allá de la guerra étnica que sucedió a la desintegración de la URSS y que acabó en 1995 con un alto al fuego, y se repitió en el 2016 con la guerra de los cuatro días.
Desde entonces en este territorio entre Armenia y Azerbaiyán (al que pertenece en teoría) se estableció la autoproclamada República de Artsaj, apoyada por el gobierno de Armenia aunque se encuentre en territorio azerbaiyano. Según datos censales en la zona habría un 77% de armenios en 1989, siendo en 2015 prácticamente la totalidad de población. El pueblo armenio está históricamente adscrito a la religión cristiana, y el de Azerbaiyán a la musulmana (siendo este el vínculo de unión con Turquía, aunque los diferencia el culto chií y suní).
Distanciándonos de las cuestiones étnicas no debemos olvidar que en esta zona circulan importantes oleoductos rusos e iraníes, cuya emisión hacia Europa es responsabilidad de Turquía. Tras las escaladas armadas iniciales las potencias tutoras de ambos países (Rusia y Turquía) firmaron un pacto en el que el canalla gobierno de Armenia se abstiene de intervenir en la zona. Por lo tanto, estamos ante un caso de claudicación rusa ante los intereses de islamización y limpieza étnica de los que está detrás Turquía. Por eso no es lo peor, los pactos crean una situación de indefensión de los armenios en la zona ante un nuevo potencial genocidio (tal como fue el tristemente célebre primer genocidio del siglo XX, practicado por los otomanos en tiempos de la Gran Guerra).
Más allá de tratar de hacer un simple resumen de la situación geopolítica del Cáucaso, lo que me interesa es mostrar la actitud política ante este abandono de los armenios a su suerte. Aunque agentes propagadores de postmodernismo político afirman que se trate de lo mismo, el internacionalismo y el cosmopolitismo son antagónicos. Para mostrarlo es clarividente lo sucedido en Nagorno- Karavaj.
Mientras que el cosmopolitismo condena a los armenios a un nuevo exterminio haciendo llamados a la “paz”, el respeto al fundamentalismo islámico (que no es intrínseco a la fe musulmana), o simplemente evitando el tema, el internacionalismo pretende evitar las limpiezas étnicas, sean del signo que sean, dando igual que las sufran los cristianos que los maradonianos. En lo referente a la motivación originaria de estos conflictos, tal como se observa por el paso de los oleoductos en la zona, volvemos a encontrarnos con el omnipresente disfraz étnico- religioso de conflictos con motivaciones reales económicas.
De nuevo vuelve a fallar la teoría del choque de civilizaciones de Huntington. En el caso español, en la “izquierda” antiobrera nos encontramos tanto con la omisión del tema como con otro sector de ilusos (por no llamarles algo más fuerte) que defienden el imperialismo ruso, no entrándoles en la cabeza que en lo referente a la dominación imperial, la libre elección de amo no termina con la esclavitud. Por el otro lado la extrema derecha, bajo la estúpida bandera del catolicismo y hablando de una nueva cruzada, fue el único sector político que se posicionó sobre el asunto.
Sin embargo, lo que hizo fue manifestarse junto a la embajada de Armenia, la representación del mismo gobierno que no dudó en pactar con Turquía y condenar a los armenios al exterminio, mostrando que los dos son igual de canallas. Mientras esto sucede se difunden videos salvajes del ejército turco y azerbaiyano presumiendo de sus matanzas afirmando que esa será la suerte que correrán los armenios de la zona. Lo que sucede en Nagorno- Karabaj no es una cuestión religiosa de moros contra cristianos, no es una cuestión étnica, es una cuestión geopolítica, un intento de que todos los conflictos sean dirigidos por motivaciones idealistas (en este caso promoviendo la islamización) y no de clase.
La guerra es la acción humana más repugnante que existe, y a todas luces es indeseable, pero eso no es excusa para abandonar al heroico pueblo armenio (quizá junto al palestino o el saharaui uno de los más maltratados históricamente) ante la masacre fundamentalista, que al igual que Huntington, lo que pretenden es imponer un mundo plano, homogéneo e irreal.