Introducción
Durante la guerra civil hubo numerosos éxodos de gentes que huían de sus poblaciones ante las noticias que llegaban de las atrocidades que iban cometiendo las tropas sublevadas en su avance. Posiblemente el más conocido de estos éxodos fue el que protagonizaron miles de personas que huyendo de Málaga iniciaron una trágica huida hacia Almería, este éxodo es conocido como La Desbandá. Menos conocido, pero también con trágicas consecuencias fue el protagonizado por personas provenientes de varios pueblos de Badajoz y del norte de Huelva en su intento de llegar a una zona controlada aún por la República. La columna que formaron estas gentes es conocida como la Columna de los ocho mil.
Desde Sevilla partieron dos columnas en dirección a Madrid, dirigidas por el comandante Antonio Castejón y el teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas. Estas columnas, formadas mayoritariamente por legionarios y regulares, iban sembrado el terror por donde pasaban: asesinatos, violaciones, saqueos, eran lo que tenían que sufrir las poblaciones que iban siendo tomadas en su avance.
En la segunda quincena de agosto –el día 15 había caído la capital– son conquistados varios pueblos al sur de Badajoz: Santa Marta, feria, Almendral, Barcarrota, Villanueva del Fresno, Salvatierra de los Barros. El 14 de septiembre son tomados Segura de León y Burguillos del Cerro, con la caída de estos pueblos toda la parte oeste de la provincia de Badajoz estaba en manos de los sublevados, solamente quedaba en poder de la República una bolsa formada por las comarcas de Jerez de los Caballeros y Fregenal de la Sierra.
Primeras columnas
En Huelva, durante el mes de agosto, son tomados Aracena, Corteaga, Zalamea la real, Nerva y Ríotinto. Esto provoca que miles de onubenses partieran, primero hacia el sur de Badajoz y posteriormente a Madrid. En este primer éxodo iban varias columnas de mineros bien armadas; como la Columna Espartaco que logró llegar a Madrid. Esta columna estuvo un par de días en Segura de León, como recuerda Miguel Santana Sánchez, vecino de esa localidad: la columna de mineros estuvieron un día o dos en Segura y luego se marcharon.
A finales de agosto y primeros de septiembre las columnas onubenses hacen una breve parada, principalmente para abastecerse, en Fregenal de la Sierra y Valencia del Ventoso. A estas columnas provenientes de Huelva se unieron habitantes de algunas poblaciones pacenses.
De los concentrados en Fregenal, un primer grupo de unas 700 hombres a caballo y bien armados se dirigen a Azuaga, cruzando la Vía de la Plata por una lugar cercano a Fuente de Cantos. Sobre el 15 de septiembre pasan por una zona próxima a Fuente del Arco.
Justo Vila[1]habla de una columna que al cruzar las vías del ferrocarril Sevilla-Mérida se encontraron con una patrulla de regulares; estos dispararon causando algunas bajas en la retaguardia de la columna –la conformaban unas 2500 personas-. Finalmente los milicianos, armados básicamente con escopetas hicieron huir a la patrulla causándoles una baja. Posiblemente esta columna que menciona Vila fuera la que partió de Bodonal de la Sierra.
Algunos de los que huían optaron por pasarse a Portugal, mala decisión, ya que el régimen de Salazar solía devolverlos a España entregándolos a las tropas franquistas que solían ejecutarlos al instante. Uno de los que lo intentó fue Francisco García Girol (vecino de Valencia del Ventoso y miliciano) que nos dejó su testimonio los vecinos de los pueblos fronterizos portugueses les avisaron ahí no se metan ustedes, y nos volvimos atrás.
Hubo algunos que tuvieron más suerte gracias a la intervención del teniente Antonio Augusto Seixas, que estaba al mando de un campo de confinamiento-. Este noble oficial logró salvar a 1435 refugiados a los que embarcó en el buque Nyassa rumbo a Tarragona. Este buque estuvo a punto de ser atacado por los facciosos, siguiendo las instrucciones que se explicitaban en una nota del Cuartel General de Franco el 11 de octubre: Sobre Jefes, Oficiales y Suboficiales huidos de Badajoz al ser ocupada y que se encontraban detenidos en el Fuerte de Caixas (Portugal), que se trata de reintegrar a España, debiendo impedirse que pasen a zona enemiga[2]. Seguramente no se llegó a atacar al buque porque en el iban custodiando a los prisioneros, 58 miembros de la Policía de Seguridad Pública y cuatro agentes de la PIDE. Además iba escoltado por el contratorpedero Douro[3].
Las gentes se iban concentrando en lugares como Burguillos del Cerro, Jerez de los Caballeros, Fregenal de la Sierra y Valencia del Ventoso. En esta última localidad se reunió una especie de comité que se encargó de organizar las columnas que partirían hacia zona republicana. Allí se reunieron José Sosa Hormigo, diputado socialista a Cortes, y que parece ser que fue el llevó el peso de la reunión; el alcalde de Zafra José González Barrero; y José Lorenzana Macarro, alcalde de Fuente de Cantos. Algunas de estas personas pasaron a formar parte de la columna de los 8000.
De lo ocurrido en esos días en la población pacense nos ha dejado recuerdo Francisco Gómez Rodríguez, secretario del Ayuntamiento de Almendralejo: De Valencia, todo perdido, organizamos la salida a zona republicana, guiados por el compañero Peñas, minero de Ríotinto, que conocía bien el terreno, y por mí que por haber realizado inspecciones de trabajo durante más de dos años conocía la región. A las 10 de la noche requisionando (sic) cuantas mulas y caballos había, para mujeres, responsables y viejos, salimos de Valencia en dirección Llerena, modificando luego el itinerario hacia Azuaga y Fuente del [Arco][4]. Esta columna se unió a la que partió de Fregenal.
Tras la caída de Burguillos del Cerro el 14 de septiembre la gente se marchó mayoritariamente a Fregenal de la Sierra. Francisco Gato (vecino de Segura de León) recuerda aquellos días: Nos fuimos a Fregenal de la Sierra. Fregenal estaba que no se cabía. En Fregenal miles de personas se concentraron en la estación de ferrocarril. Desde allí pretendían llegar a Azuaga- Tenían que cruzar 100 kilómetros de territorio enemigo.
La columna partió de Fregenal de la Sierra el 15 de septiembre de 1936. Nunca se sabrá el número exacto de integrantes. Francisco Espinosa y José María Lama –los que primero y más en profundidad han estudiado el tema- hablan de 8.000 personas. Realmente se podría decir que eran dos grupos, el primero compuesto por unas 2.000 personas y un segundo con el grueso de la columna con unos 6.000 huidos.
La columna la componían hombres, mujeres niños, ancianos, en ocasiones familias enteras, les acompañaban unos pocos milicianos mal armados que iban en cabeza de la columna. Dolores Flores Moriche[6] (vecina de Burguillos del Cerro) recordaba aquellos momentos: Iban niños chiquininos, las mujeres embarazadas. La gente iba sin comida, sin agua –que fue uno de los graves problemas que tuvieron que afrontar en el camino, ya que había sido un verano muy seco y las charcas y los arroyos estaban secos-. Algunos llevaban los pocos enseres que habían podido recoger cargados en mulas, caballos o borricos.
De los integrantes de la primera columna nos quedó algún testimonio: El diputado campesino Sosa, con algunos compañeros enérgicos dirigió la expedición. Dos mil personas formaban la primera columna, con once fusiles y un centenar de escopetas como toda protección armada. Los fusileros marchaban delante haciendo la descubierta. Detrás, en mulos, burros, a pie, la caravana interminable de gente inerme. Las mujeres se relevaban en las cabalgaduras. Dentro de los serones de esparto, colgando a uno y otro lado de las bestias, llevaban a los niños pequeños, como se llevan los melones o los cochinillos al mercado[7]
Según Espinosa el armamento de que disponían era 14 fusiles de los carabineros de Fregenal; 20 de los guardias civiles y carabineros de Cumbres Mayores, unas mil escopetas y algunas bombas caseras hechas por los mineros onubenses.
Se inició el éxodo por el camino viejo de Fregenal; tras pasar Segura de León, la columna entra en la Cañada Real Leonesa Occidental dirección Fuente de Cantos. A unos tres kilómetros al sur de Fuente de Cantos, la columna abandona la cañada dirigiéndose campo a través hacia la carretera. Tras cruzar la Vía de la Plata se internan en un camino conocido como la Senda, que atraviesa Montemolín, Puebla del Maestre y Llerena. En la tarde del 17 se internan en la Cañada Real del Pencón. Ya estaban muy próximos a la zona controlada por el gobierno de la República.
La emboscada
Los mandos de los sublevados en Sevilla conocían de la existencia de la columna. Habían recibido informes de gentes de la zona y de un avión de reconocimiento que les sobrevoló. Sabían perfectamente que no era una columna de milicianos sino de gentes que huían de sus lugares de origen. A pesar de todo decidieron atacar la columna una vez que se interna en la Cañada del Pencón. Era el 18 de septiembre de 1936.
Puerto del Pencón desde Ahillones[9]
Las tropas escogidas para el ataque fueron una compañía del regimiento Granada, apoyada por guardias civiles y falangistas. Formaban parte de las tropas estacionadas en Llerena, al mando del comandante Alfonso Gómez Cobián[10]. El ataque se llevó a cabo entre Fuente del Arco y Llerena. Antonio Perozo, vecino de Llerena recuerda la preparación de las tropas: Cuando vi pasar un escuadrón de caballería, decían que iban a Fuente del Arco; y los que estaban allí de guardia ya sabían a lo que iban; que iban a por una columna que venía de Fuente de Arcos, que no era una columna, que eran huidos […] que pretendían llegar a Azuaga.
Los atacantes colocaron ametralladoras en la parte alta del cerro. En cuanto la columna estuvo a tiro iniciaron el ataque. Era como tirar al tiro al blanco. Masacraron por igual a milicianos y civiles. Un superviviente recordaba el ataque: El monte aquel era como un fuego; allí no se veía na (sic) más que cuando tiraban con las ametralladoras […] allí murieron mucha gente. Eso no se puede contar. Eso no se puede imaginar nadie lo que pasó allí.
Debido al ataque muchos huyeron en desbandada, unos a la sierra, otros para atrás. Se separaron familias que nunca más volverían a reunirse. Según los datos oficiales hubo ochenta muertos y treinta heridos, pero nunca se sabrá la cifra real. Para rematar la masacre los franquistas incendiaron los montes cercanos para acabar con los que habían huido hacia la sierra. De los supervivientes unos continuaron hacia la zona republicana, mientras otros volvían a sus poblaciones de origen, donde a muchos les estaba esperando su asesinato ante un paredón.
Días después del ataque aún había cadáveres sin enterrar. Vecinos de Reina y de cortijos cercanos fueron obligados a enterrar o incinerar los cadáveres. Otros fueron arrojados al pozo san Antonio, un pozo minero situado a poca distancia de donde ocurrió la encerrona. Los huidos por la sierra eran constantemente acosados por soldados y guardias civiles, muchos fueron hechos prisioneros, otros murieron, sin que lleguemos a saber el número de estos. Uno de los ataques que sufrieron estos huidos los dirigió el teniente de la Guardia Civil, Antonio Miranda Vega, acompañado de algunos falangistas como Julio Burgueño y Victoriano Maesso, dejando un balance de 25 muertos y 50 detenidos, entre ellos 10 mujeres. El ataque se produjo en un lugar conocido como Zanje. Los muertos fueron enterrados allí mismo.
Un superviviente de la columna que anduvo por la sierra escondido, Antonio Muñoz Calvo (vecino de Castaño de Robledo, Huelva) dejó testimonio de lo ocurrido: […] En la columna iban viejos, mujeres y niños y unos 5.000 hombres capaces de luchar pero sin armas. Nos hicieron muchas bajas, porque tenían emplazadas cuatro ametralladoras en puntos altos de la sierra que íbamos subiendo. Entonces la columna se partió, de forma que ya no pudimos pasar todos, quedando aislados unos 1.500 compañeros muchos de los cuales, por no conocer bien el terreno, cayeron en su poder. Aquello fue tan horrible que cuesta recordarlo. Nos dividimos en grupos para no ser vistos y así estuvimos hasta finales de noviembre en que ya quedábamos sólo siete y nos dirigimos a la zona de La Nava, El Repilado y Cortegana, donde pasamos parte del invierno. Luego nos mataron a un compañero ya mayor, Nicomedes, de cincuenta y tantos años, y entonces nos fuimos cada uno por su lado. Ya no podía más y me fui al pueblo, al doblado de la casa de mis padres[11].
El mismo día 18 por la noche, Queipo en su habitual alocución radiofónica mencionó los hechos: En Badajoz se ha efectuado limpieza de focos constituidos por gente huida de Sierra Morena. Tales operaciones han sido efectuadas por la columna del comandante de infantería [Alfonso] Gómez Cobián, que guarnece el sector de Llerena, el cual habiendo tenido noticias de una concentración enemiga, la atacó brillantemente, haciendo 80 muertos, 30 heridos y 2.200 prisioneros, con armas y caballos. Es decir que esos milicianos, como son tan valientes, siendo en número de más de dos mil trescientos, se dejaron derrotar y capturar por fuerzas compuestas por no más de quinientos hombres. Según las últimas noticias se han recogido más de cincuenta caballos y una gran cantidad de armas y municiones, que no pueden detallarse todavía porque se está procediendo a clasificarlas. A los prisioneros se les está arrojando en los corrales de las casas y se procede a darles de comer, pues se hallan extenuados, y en situación lastimosa. Entre ellos hay diversos heridos, como consecuencia de la confusión que se promovió en sus filas. Hay varias mujeres, algunos maestros de escuela y otros hombres de carrera.[12] Es difícil igualar el cinismo del general sublevado, haciendo ver que era una gran victoria, cuando la realidad es que era un asesinato masivo de gentes prácticamente desarmadas.
Al día siguiente tanto el ABC de Sevilla como el granadino Hoy publicaron la noticia, transformando la encerrona en gloriosa victoria.
A los que continuaron ya sólo les quedaba atravesar la vía del tren, situada a 2 o 3 kilómetros del lugar de la emboscada. Allí los franquistas habían instalado una locomotora con dos vagones con soldados que se dedicaron a ametrallar a los que intentaban cruzar la vía. Unos cuantos lograron llegar a Valverde de Llerena y a Azuaga, muchos de ellos malheridos. Desde Azuaga fueron trasladados a Madrid, a través de Peñarroya, en trenes que pertenecían a la línea de ferrocarril de vía estrecha que unía Fuente del Arco, Azuaga y Peñarroya. Algunos de los que llegaron a Madrid formaron un batallón, conocido como el Batallón de los Castuos, formado exclusivamente por extremeños.
El engaño
Además de la emboscada los huidos sufrieron otra actuación que provocó que unas 2.000 personas cayeran en poder de los sublevados. Un incidente sobre el que hay varias versiones, pero que coinciden en un trágico fin.
En la mañana del día 19 de septiembre. El capitán Gabriel Tassara, según la versión de Martín Burgueño, en un lugar entre el Cerro de la Guedija y el Entalle, disfrazado de miliciano y con una bandera republicana y un megáfono, logro engañar a unos 2000 integrantes de la columna. Junto al cortijo de la Castora, en donde le esperaban un grupo de falangistas camuflados que el capitán dijo que eran un grupo de escolta, consiguió desarmarlos prometiéndoles mejores armas. Desde allí los trasladó a Fuente del Arco por el camino de Calaguera. Al llegar a la plaza del pueblo se descubre el engaño cuando la bandera republicana que ondeaba en el ayuntamiento es cambiada por la de los sublevados. En la misma plaza del ayuntamiento algunos de los huidos fueron ejecutados.
Otra versión señala que un avión, simulando ser republicano, pidió por los altavoces que los fugitivos se concentraran en el cortijo Los Tejares, allí el capitán Tassara y un puñado de falangistas disfrazados de milicianos y enarbolando la bandera republicana les dijeron que les acompañarían a Fuente del Arco donde les proporcionarían comida y armas.
Un informe de la Guardia Civil de 8 de noviembre de 1938 habla del hecho: El 18 de septiembre pasó por los límites de este término [Llerena] en dirección a los pueblos de la Transierra, Reina y Fuente del Arco, una columna roja compuesta por unas 8.000 personas de ambos sexos procedentes de las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva, y de algunos pueblos de ésta, de tránsito para la zona roja, de cuya columna, debido a la astucia y pericia del señor capitán Tassara, destacado en Fuente del Arco, copó con sus fuerzas y las que fueron de auxilio de esta ciudad [Lerena], unas 2.000 personas, entre estas unas 30 mujeres y niños en las proximidades del Fuente del Arco, trayéndolas a esta localidad donde fueron construidas en prisión.[13]. Esta «hazaña» le valió al capitán Tassara la medalla al mérito militar.
Represión
Desde Fuente del Arco fueron traslados a Llerena, en donde se habilitó la plaza de toros y un almacén conocido como La Maltería (utilizado por la fábrica de cervezas de la localidad). Una vez identificados los refugiados se pidieron informes a sus pueblos de origen. La vida o la muerte de los prisioneros dependían de esos informes. En ocasiones se desplazaron a Llerena autoridades de los pueblos de origen para hacer la criba y llevarse a los considerados «rojos» a sus poblaciones de origen, en donde la mayoría fueron asesinados a su llegada.
Otros fueron asesinados en la propia Llerena. Todos los días un camión cargado de prisioneros iba al cementerio, allí eran asesinados con una ametralladora – después de ser obligados a cavar su propia tumba-.Los vecinos oían desde sus casas los lamentos de los que eran conducidos hacia su muerte. Estos siniestros viajes duraron un mes. Antonio Perozo, vecino de Llerena, recuerda aquellos trágicos días: El que manejaba la ametralladora estaba un día ahí en la puerta dándoselas…, como una valentía. Otra vecina también recordaba aquellos momentos: Como que tengo cuatro hijos, que me sueño muchas veces con eso todavía. Ahí murió mucha gente. Se habla de más de 1.000 personas asesinadas en Llerena. Nunca fueron inscritos en ningún registro por lo llegar a saber el número exacto es prácticamente imposible.
En abril de 2007 se procedió a rendir homenaje e inhumar a 36 personas asesinadas y halladas en fosas comunes.
Pero no solamente fue en Llerena donde se asesinó a integrantes de la columna de los 8.000. Sobre el día 19 de septiembre llegaron a Zafra unos camiones con 30 o 40 personas procedentes de Llerena, prácticamente todas fueron fusiladas ese mismo día.
A los andaluces que estaban en Llerena los trasladaron al barco prisión Cabo Carboeiro, anclado en el puerto de Sevilla. De este buque se decía que era fácil entrar pero muy difícil salir. Los hacinaron en las bodegas del barco, soportando sed, hambre y unas terribles temperaturas. Llegaron a estar confinadas 500 personas. Todos los días aparecían cadáveres flotando en las aguas.
Una muerte especialmente cruel fue la del alcalde de Fuente de Cantos, Modesto José Lorenzana Macarro. Según Pons Prades[14]; Arenzana, que iba en la columna de los 8000, al pasar cerca de su pueblo «enloqueció» y se dirigió a su pueblo en donde se entregó a los falangistas. Al día siguiente le ataron por los pies a la cola del caballo de un terrateniente y lo arrastraron a galope por el pueblo hasta que murió.
Según Cayetano Ibarra[15], Lorenzana se enteró de que su mujer y sus hijos estaban prisioneros en el ayuntamiento. Él pensó que si se entregaba liberarían a su familia. A pesar de que algunos compañeros intentaron impedírselo, Lorenzana abandonó la columna. Una cuadrilla de falangistas de Fuente de Cantos bajo el mando de Sixto Castillón Fernández le encontró escondido en una especie de alcantarilla, cerca de un lugar conocido como La Gallega. Lorenzana se entregó arrojando su arma a Sixto y pidiéndole que le matara allí mismo.
Lorenzana fue conducido, junto a otras personas que habían sido apresadas al descolgarse de la columna, a Fuente de Cantos. Al entrar en el pueblo lo amarraron al caballo de un tal Diego Pérez. Al llegar a la plaza el caballo se encabritó y arrastró unos metros a Lorenzana. A empujones le metieron en el ayuntamiento, sacándole al poco tiempo a la plaza, sentándole en una silla. Allí le pegaron puñetazos, le dieron patadas, le insultaron. Cuando se cansaron, le trasladaron a la plaza de la iglesia y allí lo asesinaron, era el día 26 o 27 de septiembre de 1936[16]. Su cadáver estuvo tirado toda la noche en la plaza de la iglesia.[17]
Conclusiones
La tragedia de la columna de los 8.000 es uno más de los crueles episodios protagonizados por las columnas que partieron de Sevilla con destino a Madrid, dirigidas todas ellas por el general Yagüe, sembrando el terror y la muerte por allí por donde pasaban.
Un ejemplo más de la violencia gratuita ejercida por los sublevados desde el inicio de la guerra y que se prolongó durante casi cuarenta años hasta la muerte del dictador, y por qué no decirlo, genocida, Francisco Franco.
Para saber más
Documental La columna de los 8.000, dirigido por Antonio Navarro Millán, Fernando Ramos Mena, Paco Freire Magariños y Ángel Hernández García. 2005. Puede visionarse en http://www.guerracivilbadajoz.com/videoteca/51-la-columna-de-los-ocho-mil
Espinosa Maestre, Francisco: La columna de la muerte: el avance del ejército franquista de Sevilla a Madrid, pp. 195-199, Barcelona, 2003.
Hernández García, Ángel: Aportaciones climatológicas y medioambientales al verano de 1936 y la columna de los 8.000, en VI Jornadas de Historia de Llerena, pp. 303-326, 2005.
Hernández, Miguel: Los evadidos del infierno fascista, publicado en Frente Sur, nº 3 el 28 de marzo de 1937, reproducido en La obra completa de Miguel Hernández, pp. 1506-1508, Madrid. 2017.
Ibarra, Cayetano: La otra mitad de la historia que nos contaron. Fuente de Cantos. República y guerra 1931-1939, Badajoz, 2005.
Lama, José María: La amargura de la memoria: República y guerra civil en Zafra (1931-1936), pp. 431-440, Badajoz. 2005.
Martín Burgueño, Manuel: Llerena y la guerra civil española, en Torre Túrdula, nº 4, 2001.
Pons Prades, E.: Guerrilla española, 1936-1960, Barcelona, 1977.
Vila Izquierdo, Justo: Extremadura: la guerra civil, Badajoz, 1986.
[1] pp. 111-112.
[2] Citado Espinosa: 122.
[3] Ver Espinosa, pp.121-122.
[4] Citado Lama: 433.
[5] Mena: 318.
[6] Su madre y su hermano fueron fusilados pocos días después de su marcha.
[7] Citado Lama: 432.
[8] Mena: 317.
[9] Mena: 319.
[10] Ian Gibson le relaciona con el asesinato del teniente Castillo. También participó en la Sanjurjada.
[11] Citado Espinosa: 196.
[12] Citado Espinosa: 196.
[13] Citado Lama: 436.
[14] Pons Prades: 459.
[15] Es el mayor especialista en la historia de Fuente de Cantos.
[16] En el Registro aparece inscrito el día 27.
[17] Ver Ibarra, pp. 351-358.