Recuerdos de Libertad

Guau, guau. Querida prima Lili, espero que al recibo de mis ladridos os encontréis bien.

Por aquí regular, para que vamos a engañarnos. Hoy me siento mal, he oído a mis compañeros-humanos ladrarse muy fuerte, nunca los había visto tan violentos.

Tengo miedo, por eso he pensado ladrarte mis sentimientos y desahogarme, algo está pasando y no sé que es.

Como sabes soy Alucheña de cuarta generación y noto que todo está cambiando en mi País-Aluche[1], todo.

Recuerdo las historias que me contaba mi madre Linda, que a su vez se las había contado su madre Sila (como sabes es el nombre de nuestra heroína Lasi pero al revés) pues bien mi abuela Sila le contó a mi madre como era Aluche o Luche como lo llamaba ella (por lo visto un riachuelo de nombre Luche corría por lo que hoy es el parque de Aluche) a mi madre se le humedecían los ojos recordando las historias que su madre le contaba.

Aluche era un barrizal, un barrio que nacía. Parejas de humanos llegados de otros países lejanos, La Mancha, Castilla, Extremadura, venían de todos lados y los edificios fueron naciendo, uno tras otro, aún así se podía ir desde la calle Camarena a la Casa de Campo sin pisar asfalto, había conejos y ratas y mi abuela se divertía con ellas; excepto algunos bosques de pisos lo demás era campo.

Mi abuela era en aquellos tiempos de la Jet-Set, vivía en un piso nuevo a estrenar en Puerto Chico, junto al parque.

Sus compañeros humanos vinieron de un país llamado Ávila. La trataban muy bien, la dejaban salir cuando quería, comía lo mismo que ellos. Todo el día corriendo con otros compañeros, desde Ocaña hasta Quero, desde Maqueda a la Casa de Campo.

A mediodía esperaba al macho-humano en la bodega Plaza donde el macho se tomaba un vino antes de comer, además siempre le daban algún torrezno. Juntos subían al cuarto piso donde vivían, allí comía, recibía caricias, bebía agua fresca y otra vez de correrías por Luche.

A mi madre Linda, se la llevaron de cachorro a un piso cercano, en la calle Illescas.

Poco a poco todo fue cambiando, había muchos edificios, todo era asfalto y coches. A veces no la dejaban salir a la calle –por su bien le decían- y es que de vez en cuando cada vez más muchos humanos se peleaban entre ellos.

Me contaba mi madre que un día sintió pánico; mucha gente corriendo, gritando detrás de otros humanos que parecían monstruos montados sobre enormes caballos pegando a todo lo que se les ponía por delante.

Linda era muy valiente (y no lo digo porque fuera mi madre) más de una vez salió en defensa de sus compañeros-humanos, sobre todo de Luisito cuando otros niños querían hacerle daño.

Pues bien en aquella ocasión regresó sudando, igual que sus compañeros-humanos que se secaban el sudor con sus pañuelos rojos y rojos y negros, el macho con su larga melena (como muchos machos entonces) no dejaba de maldecir.

Mi madre Linda vivió media vida entre el miedo y las continuas carreras, a veces contagiada por la valentía de los humanos, mordía las patas a los caballos.

Poco a  poco la vida se fue tranquilizando y llegó un tiempo en que vivió, según sus ladridos, la época más feliz de su vida.

En esa época mandaban otros y se notó en todo. El que mandaba en el gran continente de Madrid era un sabio, le llamaban el profesor, un tal Tierno no sé que más, el caso es que se notó un cambio total en todo.

Se quitaron las vallas de los jardines y el césped se podía pisar (algo hasta entonces prohibido) mi madre me contaba como corría por el césped y como se lo comía para purgarse, hierba sana y fresca, se acordaba también como jugaba a la pelota con Luisito, los humanos se daban arrumacos tumbados en el césped.

Los humanos hablan sin miedo, unos con otros, es como si antes hubieran tenido un bozal.

En ese tiempo tan feliz daba gusto salir a la calle y mucho más al Parque de Aluche con sus árboles tan bien cuidados y su césped sano y verde.

De lo único que se quejaba mi madre (Lupus la tenga en su prado) es que de vez en cuando tenía que tomarse una pastilla que sabía mal, pero por lo demás vivía libre y feliz.

Sili querida prima del alma, por eso estoy triste, ojalá mi madre no me hubiera ladrado esos felices tiempos, tan diferentes de los que me ha tocado vivir. Apenas sé lo que es correr libre, siempre con el maldito collar y con prisas. Paso la mayoría del día encerrada en el piso, como unas bolitas insulsas y secas todos los días, siempre igual, dos paseos con prisas para que haga mis necesidades, ¡eso sí!

Mis compañeros-humanos recogen en una bolsita mis deposiciones, no como otros humanos que dejan las deposiciones en las aceras, pero sé que nosotros no tenemos culpa de que no nos lo dejen hacer en la tierra, algunos humanos pasan, y luego la culpa para nosotros.

Todo son prohibiciones, no puedo pisar el césped, por tanto no puedo purgarme, -no sé que  de pesticidas- no saben lo necesario que es eso para nosotros. Me acribillan a inyecciones y pastillas, me bañan más de lo que necesito y no se a que lumbrera humano se le ha ocurrido hacernos abrigos ¡para el frío dicen!, es que no saben que nuestro pelo nos protege del frío y de la lluvia, si nos mojamos nos sacudimos dos veces y ya está, ahora con esos abrigos con los que parecemos monos de feria, si supieran lo incómodos que son y que en vez de quitarnos el frío y la humedad nos lo dan; igual que la manía de cortarnos el pelo en verano, justo cuando nuestro pelo nos protege del sol y nos da frescor, en fin ellos creen que es bueno para nosotros, lo hacen con buenas intenciones y aunque estén equivocados lo hacen porque se preocupan por nosotros y nos quieren como nosotros a ellos.

La última vez que corrí libre de verdad fue en tu país y me bañé en el río, recuerdas que al principio tenía un poco de miedo ¡lógico! Era mi primera vez, es como si tú vinieras a mi país, te asustarían los coches, las sirenas y el aire te asfixiaría. ¡Qué  bien lo pasé!, ojalá pudiera vivir en tu país, porque el mío está cada vez peor, a veces me dan ganas de marcharme, pero no puedo abandonar a mis compañeros-humanos, sé que lo están pasando mal y que me cuidan lo mejor que pueden, aunque cada vez que oigo que un humano abandona a su compañero-perruno me dan ganas de hacer lo mismo, pero sé que no todos los humanos son iguales, igual que nosotros.

Ay prima no te he contado lo peor, hace unas lunas me llevaron a la dichosa clínica donde me pinchan, creí que sería otro pinchazo que aunque no es agradable ya estoy acostumbrada, ¡pero no!, lo que hicieron fue operarme ¡si! Para que no pudiera tener cachorros ¿te imaginas?

Lo estoy pasando fatal, han matado mi instinto, mi deseo, mi obligación, mi vida, ya no soy nada, mi añorada camada será sólo un sueño, un doloroso sueño.

Sé que has tenido una nueva camada, no sabes cómo te envidio, que Lupus los proteja y que se críen sanos, fuertes y libres.

Como te decía al principio de estos ladridos, mis compañeros-humanos discuten cada día más, por lo oído parece que al macho, junto con muchos compañeros, lo han echado del trabajo, además la hembra recién parida (por cierto una hembrita preciosa) no puede trabajar, antes lo hacía a media jornada y no cree que la acepten ahora que es madre, por lo visto las prefieren jóvenes y sin hijos ¡no lo entiendo! El caso es que se pasan todo el día discutiendo y muy enfadados, no dejan de hablar de un monstruo al que llaman Banco, el cual les amenaza constantemente.

A veces se olvidan de mí y me paso todo el día en la terraza, viendo a los humanos caminar tristes y silenciosos. Humanos mayores cogidos de la mano caminan en silencio. Quizás fueran los jóvenes que levantaron Aluche o esos que se enfrentaron a las porras de los monstruos y sus caballos, o quizás los que se hacían arrumacos en el sano y limpio césped.

Los humanos han perdido su sonrisa y su energía, quizás es que Aluche envejece junto a sus pioneros.

Sé que mis paisanos alucheños-humanos no tienen la culpa pero cada vez viven peor, no sé que de la sanidad, de los servicios sociales, la crisis, no paran de hablar de la crisis.

Hace unas lunas bajé al parque con la hembra y su cachorro, se sentaron en un banco, a mí me ataron, el parque lo vi feo, descuidado, árboles secos, otros enfermos, calvas en el césped, el canal seco, sin peces ni tortugas y olía mal, no se parecía en nada al que yo recordaba.

En el banco de al lado escuche algo que me hizo daño, eran dos humanos machos de avanzada edad, lo que oí te lo ladro más o menos como lo entendí.

  • Mira Juan no sé lo que vamos a hacer, como sabes vivimos en un cuarto piso sin ascensor, algunos de mis vecinos no quieren ponerlo, ¡claro los del bajo y los del primero, no todos pero si algunos! Cuando compramos el piso hace cuarenta y muchos años éramos jóvenes y subíamos los escalones de tres en tres, ahora mi María no puede, cuando tenemos que ir al médico es terrible tanto bajar como subir y yo no creas que lo llevo mejor, intento bajar lo menos posible; dos o tres veces por semana, el pan lo congelamos y así no tengo que bajar todos los días, la compra grande nos la suben los del súper. Hemos escrito explicando nuestro problema pero la callada por respuesta, lo hemos puesto en manos de la Asociación de Vecinos de Aluche a ver si pueden hacer algo, por lo visto no somos los únicos que tenemos este problema, porque si no, amigo Juan, dentro de poco nuestro piso que tanto trabajo nos costó se va a convertir en nuestra cárcel, solamente pensar que tengo que subir cuatro pisos me pone enfermo, no tengo fuerzas.

Oyendo a ese humano me pregunté si no serían los jóvenes-humanos con los que vivió mi abuela Sila hace tantos años.

Sí prima no sé lo que pasará, gracias por escuchar mis ladridos de angustia; que seas muy feliz junto a tus cachorros, date un baño en río a mi salud.

Te ladra con cariño tu prima la Alucheña que te añora y te quiere. Que Lupus os proteja, guau.

[1] Aluche es un barrio periférico de Madrid.

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