La psicopatía es un fenómeno interesante. No hay una definición única acerca de tal fenómeno, porque se trata, según parece, de un conjunto posible de visiones del mundo que se manifiestan en un cierto grupo de una cierta especie que se llama a sí misma homo sapiens.
Todo indica que puede haber psicópatas en otras especies cuyos individuos cuenten con un mínimo de conciencia, como podrían ser delfines, chimpancés o hasta esos cerditos que nos comemos como depredadores que somos, ahora convertidos en cazadores de Centro Comercial o de Amazon.
En cualquier caso, esto no va de biología, entre otras razones porque no soy experto. En realidad no soy experto en casi nada, pero como esto es un artículo de opinión, me puedo explayar como cualquier tertuliano medo de 13TV donde, dicho sea de paso, son fachas hasta las últimas consecuencias pero pone buenas pelis del Oeste.
Volviendo a la psicopatía, si hay algo común que define a las personas que la experimentan, es que no tienen empatía con los demás, es decir, les da igual lo que pase a su alrededor mientras no les afecte a ellos, además, no encajan en las convenciones sociales que casi todos asumimos. Si un ciudadano estándar ve a una anciana queriendo subir la escaleras del metro con un carro de la compra, le echa una mano porque se lo piden sus condicionantes biológicos.
La psicopatía es una ventaja para manejarse en esos mundos. Parece difícil discutir que tiene ventaja quien está dispuesto a todo para triunfar en una situación de competencia frente a quien pone reparos morales ante esa misma circunstancia
En el mismo caso un psicópata puede hacer lo mismo pero no porque se lo pidan sus hormonas, simplemente porque es una persona civilizada y con un código de conducta. Si, en otro caso parecido, un ciudadano estándar ve a un niño pequeño en peligro se la juega por él, y si no lo hace tiene largas noches de pesadillas por verle morir. Esto último a un psicópata le es indiferente: ayuda al niño o no lo hace según le venga pero duerme bien.
Todo esto es para dejar claro que un psicópata no es un depravado infame de película que dedica su tiempo libre a asesinar a todo el que ve a su paso. Ciertamente, mucho psicópata mata gente, pero tanta o más gente con empatía asesina a causa de lo contrario, por no saber manejar sus bajos instintos.
Y así llegamos a la política que es donde quería llegar y, por qué no, a la economía.
La psicopatía es una ventaja para manejarse en esos mundos. Parece difícil discutir que tiene ventaja quien está dispuesto a todo para triunfar en una situación de competencia frente a quien pone reparos morales ante esa misma circunstancia. En cualquier enfrentamiento gana aquel que juega sin reglas mientras su rival se lo piensa por si está o no haciendo lo justo.
Ciñéndonos a España, más que nada porque me pilla dentro, no quiero decir que Rajoy, Sanchez, Iglesias y Rivera sean psicópatas, pero tampoco me atrevo a decir lo contrario. En cuanto a Felipe González tengo menos dudas.
Cabe preguntarse cómo alguien no sabe qué más posesiones acumular mientras ignora a otros que mueren de hambre, o cómo se pueden firmar desahucios a familias con hijos desde mansiones, o cómo se pueden ejecutar ordenes para bombardear un país cualquiera con el fin de proteger ciertos interese económicos. ¿Se puede hacer todo eso sin tener un grado importante de psicopatía?
En muchos caso, los gobernantes llegan a serlo gracias a su tendencia psicopática, mintiendo y valiéndose de cualquier táctica, siendo el método más socorrido el consistente en apelar a los sentimientos de los votantes, sentimientos que ellos no tienen, y sabiendo que tocan mecanismos mentales de la población, una población que, en su gran mayoría, apoya a tales personajes a golpe de emoción pura y raramente a través de un mínimo de frialdad y análisis.
Ciñéndonos a España, más que nada porque me pilla dentro, no quiero decir que Rajoy, Sanchez, Iglesias y Rivera sean psicópatas, pero tampoco me atrevo a decir lo contrario. En cuanto a Felipe González tengo menos dudas.