En el mundo de laborismo perverso de los viejos sindicatos de clase, donde la creación de puestos de trabajo a toda costa y la consecución de un empleo de por vida al estilo Mussollini de 1937, hemos olvidado que el trabajo, entendido como esfuerzo y no como empleo, es digno per se, y que nuestros representantes se están dedicando a negociar las condiciones de nuestra esclavitud laboral a precio de saldo… lo peor está sería “el regreso a la vieja normalidad”. Porque el empleo es la respuesta equivocada a una pregunta equivocada.
Hemos llegado al límite de presenciar un “cuasisorteo” de un puesto de trabajo en 2013 como si fuera un premio o una bendición y hemos perdido la consciencia sobre el valor del trabajo no mercantilizado. Nos sentimos culpables y pobres, fuera de la clase obrera, pero cumplimos un servicio: el precariado produce la riqueza que enriquece a otros, una riqueza que quizá se ve menos pero es muy necesaria y tiene un valor en euros que no valoramos.
Esta lectura redactada por Guy Standing de manera deliciosa pretende ser una exhibición pública del orgullo de esta nueva clase de proletariado precario: el Precariado, que ya no está dispuesto a producir riqueza para no poder disfrutar de ella ni a verse abocado a pautas fordistas y empleos rutinarios. El tiempo no es oro, es arroz.
A medida que avanzamos en la lectura nos damos perfecta cuenta de hasta qué punto muchas de nosotras pertenecemos a este grupo social debido al estado de precariedad en el que vivimos inmersas en cualquiera de sus formas (obreros, becarios, profitécnicos, etc.) siendo un asalariado corriente quien recibe dinero por esfuerzo y un trabajador a sueldo el que recibe compensación por su dedicación o servicio. La idea de “Status Truncatus” asociada a la ocupación ha provocado la progresiva desaparición de la conciencia de clase.
La temporalidad de los puestos de trabajo y su precarización han producido un sentimiento de inconformismo y rebeldía con los llamados cuellos blancos porque no es lo mismo tener un trabajo eventual que realizar trabajos eventualmente (1980).
Hoy, por añadidura, en países como Japón la discordancia de status se produce de tal manera que, a mayor formación o cualificación del trabajador, se observa una mayor disminución del sueldo. El precariado carece de seguridad laboral en cualquiera de sus formas en un mundo donde conocer y decir la verdad parece ser transgresor y recibe masivas críticas.
Vivimos sometidos a la disciplina del reloj pero hemos perdido el control de nuestro tiempo.
La realidad actual ha vaciado de servicio y de contenido multidud de puestos de trabajo y se ha producido su mercantilización con un rentable “engrosamiento de títulos” en los sistemas educativos. Hay un “precariado emergente” muy cualificado que flota por el mundo pero que no llega a conocerse ni a organizarse.
Hemos visto alimentar comportamientos xenófobos o discriminatorios con personas migrantes no dejándolas pasar nuestras fronteras e incluso ofreciendo una compensación económica a aquellas que retornaran a sus países de origen. Huéspedes apenas tolerados con derechos restringidos de ciudadanía, residentes acogidos de los que, de entrada, se presume un comportamiento asocial o delictivo por el simple hecho de ser inmigrantes.
Vivimos sometidos a la disciplina del reloj pero hemos perdido el control de nuestro tiempo.
Vivimos con el tiempo dividido en bloques vacacionales y laborales.
La economía, la estadística y la politica se configuran con el trasfondo de la sociedad industrial. Hemos olvidado lo que entendían los griegos por trabajo y hemos caído en la Trampa Laborista de este sistema de nuevas tecnologías donde se descubre una pérdida masiva del control del conocimiento, la ética y el tiempo; donde la máxima es trabajar y formarse para trabajar, donde las habilidades requeridas para vivir están difusas y hay que vivir eternamente actualizado. Millones de personas tienen un exceso de habilidades en este siglo XXI que no pueden ejercitar. ¿Es esto “desempleo voluntario”? Estas cuestiones están suscitando la inseguridad sobre las propias capacidades y la crisis existencial, si bien no se trata de ser tan bueno como ayer sino de ser tan bueno como deberías ser mañana y se produce, de no mantenerse actualizado, la descualificación.
Hoy en día el que no sabe, pierde dinero. Y aquel que tiene mucho tiempo libre o dedica mucho tiempo al cuidado de otros no está bien visto. Encuentras mil agencias que te dan formación en empleabilidad y que te proponen un cursillo para redactar tu currículum. Con la multitarea y la conectividad constante es imposible concentrarse. Hay un Síndrome Colectivo de Déficit de Atención.
Se ha sustituido el concepto de ocio por el de holgazanería y no hay tiempo de calidad para lo creativo o lo artístico o para la participación en la vida pública y tampoco está incentivado. Se crea un sentimiento de culpa por la excesiva utilización del tiempo para estas cuestiones. El sistema exige una inmediatez en la disponibilidad que difícilmente permitirá que desarrolles este tipo de habilidades ni medio minuto si es posible. La pobreza del ocio y la desestructuración del trabajo son rasgos significativos del arrebatamiento del tiempo precario.
Hace ya mucho que las horas en el trabajo no son lo mismo que las horas de trabajo.
Nos inducen a trabajar fuera del horario laboral y el trabajo no es libre si bien no puede realizarse de manera autónoma. Las ayudas para trabajar en generar empleo le son dadas a las empresas, no a las personas trabajadoras (lo son todas en potencia, no lo olvidemos). Existe un nuevo neodarwinismo y una política de descenso a los infiernos de supervivencia sólo del más apto, de reverencia a la competitividad y a la responsabilidad individualista irrestrictiva. Cualquiera que se rebele pasará a ser un inadaptado o un parásito, villano o fracasado y los pobres tendrán que demostrar que no son holgazanes en una sociedad panóptica de paternalismo libertario.
Si tener empleo ha de hacernos felices y nos empleamos a fondo en encontrar uno… ¿Por qué no lo somos cuando lo tenemos? Nos hacen combatir el hábito de no trabajar del desempleado cuando no está demostrado que tal hábito exista. Lo amenazan con la pérdida del subsidio o prestación por desempleo si no va a recoger basuras, limpiar paredes, o cualquier tipo de “trabón” que se les ocurra, cualquier cosa para que la persona desempleada desista de solicitar la prestación o subsidio, en una trampa de la pobreza, el desempleo y la precariedad que demoniza al precariado, del que no sólo forman parte los inmigrantes, sino los parados y precarias, los beneficiarios subsidiarios, los delincuentes, etc. Tampoco hay un interés poderoso que lo represente. Nuestra política de siempre es la de “arremetidas verbales” a falta de unas líneas políticas que faciliten el ascenso del precariado hacia otra dirección.
En conclusión, Guy Standing nos muestra cómo el precariado es presentado como necesitado de control, terapia y coerción para que trabaje, pero no la solución paternalista y libertaria de los “trabonos” que sólo perturba o interrumpe cualquier intento de construirse una vida profesional. El diagnóstico de la terapia acentúan el sentimiento de precariedad y aún no hay política a la que apelar para evitar la cólera del precariado y su insatisfacción, sino más bien lo contrario. La vigilancia no se puede detener una vez legitimada y fomenta sin descanso la agresión y la sospecha. El control preventivo induce a la desconfianza. No se puede vivir con miedo.
El texto invita a todo precarizado a unirse para hacer un elogio a la ociosidad y al sentido de la proporción. El ocio no es un juego. Necesitamos libertad asociativa y una voz colectiva anti-falacias que invite a la movilización, y esta lectura nos parece una excelente invitación a salir de la trampa neoliberal. Si la izquierda sigue representando los intereses del trabajo, perderá su credibilidad por defender una forma moribunda de trabajo por una forma moribunda de vida… Uds. Mismas…