El primer franquismo (1939-1959) Racionamiento y estraperlo

(Al final del texto encontrarás el vídeo de la charla en el CAUM)


El 10 de abril de 1939 el periodista Francisco Casares anunciaba a bombo y platillo: Desaparece la cartilla de racionamiento, esa seña infame del período rojo, vestigio de socialización…[1]. Un verdadero visionario.

Ante la escasez de alimentos el régimen impuso el racionamiento; se estableció mediante una ley el 14 de mayo de 1939, solamente habían pasado 44 días desde el final de la guerra. En el primer momento se establecieron dos cartillas de racionamiento; una para la carne y otra para el resto de los alimentos. El primer racionamiento establecía para el hombre adulto: 400 gramos de pan, 250 de patatas, 100 de legumbres secas, 50 de aceite, 10 de café, 30 de azúcar, 125 de carne, 25 de tocino, 75 de bacalao y 200 de pescado fresco. La ración de mujeres adultas y ancianos era de un 80% de la primera, y la de menores de 14 años un 60%. A estas cifras no se llegó nunca, como mucho, en contadas ocasiones, se llegaba al 50%. En el caso del pan a veces las raciones eran menores a las que se daban en los campos de concentración nazis [2].

Cartilla racionamiento

Los productos racionados eran: carne, tocino, huevos, mantequilla, queso, bacalao, jureles, aceite, arroz, garbanzos, alubias, lentejas, patatas, boniatos, pasta para sope, puré, azúcar, chocolate, turrón, café, galletas y pan. Productos de venta libre: leche, pescado corriente, mariscos, fruta fresca, frutos secos, hortalizas, ensaladas, condimentos, malta y achicoria.

En 1940 se cambian las cartillas apareciendo tres tipos en función del poder económico, tras hacer el solicitante una declaración jurada de sus ingresos: 1ª para los más pudientes, 2ª para las clases medias, y 3ª para las clases humildes. El resultado pareció sorprender a las autoridades que en un comunicado oficial señalaban: Al término de las operaciones estadísticas, referentes a las cartillas de racionamiento, se da el sorprendente resultado de que sólo aparecen en 1ª y 2ª categoría un grupo muy reducido de personas[3]. Para Dionisio Ridruejo esto era una vileza intolerable, al entender que muchos habían mentido en su declaración.

Una mujer de Cáceres recordaba las diferencias entre las distintas cartillas: Sí, las cartillas estaban llenas de cupones. Y le iban quitando cupones a las cartillas. A las cartillas de primera, las de la gente rica, les daban café. A la gente de segunda nos daban chocolate, nos daban arroz, nos daban garbanzos… Pan nos daban una ración de pan por persona al día. Te daban una libra y luego las madres repartían, o bien para almorzar y comer, o bien para comer y cenar [4].

Las de tercera daban derecho a pagar a precio oficial: 400 gramos de pan al día por persona, 250 gramos de bacalao, 100 de legumbres, etc. Lo habitual es que solo se repartiera una tercera parte, si había suerte, la mitad. En algunas de las grandes capitales hubo veces en que no se repartió pan durante tres días.

Fueron varias las autoridades que alertaron de la insuficiencia de los alimentos que se daban con las cartillas. En 29 de abril de 1942 un informa de la Dirección General de Sanidad hablaba de la insuficiencia de las raciones asignadas en las cartillas de racionamiento: Es completamente imposible vivir con las cantidades que dan en el racionamiento. El gobernador civil de Alicante escribía en un informe: La situación en la provincia es pavorosa […] seríamos todos cadáveres si tuviéramos que comer de los racionamientos de la Delegación de Abastecimientos. El de Huelva se quejaba: De no ser resuelta la situación insostenibles con la urgencia y premura que exigen las circunstancias, los 375.000 españoles que habitan esta provincia caerán en el mayor desamparo y la más trágica desesperación, puesto que se verán condenados al hambre por la falta de pan, y a la miseria por la muerte de sus ganados y la imposibilidad de sembrar y de adquirir lo más perentorio[5].

Cola para obtener los productos racionados

Hubo productos que se convirtieron en auténticos artículos de lujo, como los huevos –su precio llegó a superar al de la carne o el pescado. En cuanto a la carne pasó a ser un elemento de estatus social, como se decía en la época, la carne era «cosa de ricos». También la leche escaseó, llegándose a prohibir su consumo en establecimientos públicos. En cuanto a este producto hay un dato que haría reír si no fuera tan dramático. En 1943, en Santillana del Mar era imposible comprar leche a pesar de que había más vacas (5800) que habitantes (5000) [6].

La falta de pan provocó que se hiciera pan con cualquier cosa: altramuces, almorta, castañas. Había una coplilla respecto  a la calidad del pan: Pan de centeno, para tu enemigo es bueno; pan de mijo, no se lo des a tu hijo; pan de cebada, comida de asno disimulada; pan de panizo, fue el diablo quién lo hizo; pan de trigo candeal o tremes, lo hizo Dios y ni pan es. [7]

Para paliar la falta de alimentos se recomendó el consumo de otros como la algarroba. El Sindicato Provincial de Ganadería de Santander en un escrito al Gobierno proponía que el algarrobo fuera considerado como alimento de consumo diario: El algarrobo vendrá a resolver buena parte del problema de la alimentación, sobre todo en las zonas menos pudientes de la sociedad (…) En un momento como este, en que España todavía sufre las consecuencias de las depredaciones cometidas por los rojos, es de vital importancia el poder contar con una mayor cuota de alimentos. Según los expertos, las propiedades nutritivas de la algarroba son excelentes [8].

Otro alimento que se recomendó fue la almorta, alimento que puede llegar a producir una grave enfermedad conocida como latinismo. El latinismo afectó a muchos españoles, sobre todo en zonas industriales y mineras; Vizcaya fue una zona muy afectada. Las autoridades se dieron cuenta tarde de los efectos que producía este alimento, recomendándose que no se abusara del mismo, pero no lo prohibieron hasta 1967. En 2018 volvió a autorizarse su venta para consumo humano.

La protesta ante la falta de pan blanco estaba al orden del día, se hacía mediante pintadas o lanzamiento de octavillas en las que se leía: Menos Franco y más pan blanco. Este fue uno de los cargos que imputaron a las 13 rosas [9]. En Chillón (Ciudad Real) apareció un papel clavado en un poste protestando por la carestía de la vida; cincuenta personas fueron detenidas y once de ellas ejecutadas [10]. Otro tanto le ocurrió a Fernando Lizarbe Estruch, que en los servicios de la oficina de Telégrafos de Puertollano había escrito: Menos Franco y más pan blanco. Viva Negrín. Lizarbe murió asesinado en la cárcel de Almodóvar del Campo [11].

Una de las ocurrencias del régimen para paliar la falta de alimentos fue imponer el día del plato único, la orden para establecimientos públicos decía: En hoteles, fondas, etcétera, habrá a disposición del público tres platos diferentes, de verduras, carne o pescado. Sólo se podrá tomar uno y postres. Los establecimientos que tengan fijado precio de cubierto, mantendrán el mismo plato único. Los que tengan carta fijarán los días de plato único a un solo precio, de acuerdo con su categoría. Según José María Pemán esta medida no sirvió de nada porque: Se comía lo mismo que cualquier otro día, pero todo en el mismo plato [12]. El régimen no debía saber que la mayoría de los españoles ya hacían lo del plato único por obligación, si es que tenían la posibilidad de comer alguno.

El día 1 de octubre de 1940 apareció la cartilla del fumador, exclusivamente para hombres mayores de 18 años; lo de que las mujeres fumaran estaba muy mal visto[13]. La cartilla te permitía adquirir las labores de Tabacalera, todas ellas de ínfima calidad por mucho nombre rimbombante que le pusieran: Ideales, Finos de Hebra, Superiores al Cuadrado. Se podía adquirir este tabaco si es que había, porque, por ejemplo en Barcelona en 1941 no se repartió durante un mes y medio. Los pudientes podían adquirir tabaco de importación: Lucky Strike, Chesterfield o Philip Morris a 20 pesetas la cajetilla.

Cartilla de fumador

En 1943 un nuevo cambio, apareciendo la cartilla individual en sustitución de la familiar, esto tenía una consecuencia nefasta al ser concedidas por las autoridades locales, que las otorgaba a su libre albedrío en ocasiones utilizándose como método de chantaje.

También en 1940 comenzaron las restricciones de gasolina; se dieron unos cupos en función de la potencia del motor, además de gravarse con 1,75 pesetas por litro sobre el precio oficial. A finales de agosto se prohibió la circulación de vehículos de más de 25 Cv y se ordenó cambiar las calefacciones de gasóleo por otras que utilizaran el carbón como materia combustible. En octubre comenzó a recomendarse el uso del gasógeno para los coches. Un diario de la época hacía la recomendación: La utilización de gasógenos tiene en España un amplio porvenir. El Jefe del Estado sugirió e impulsó esta iniciativa de tan alta conveniencia, terminaba el artículo con una alabanza a Franco: He aquí convertida una idea del Caudillo de España, siempre atento al bienestar de la Patria[14].

Coche con gasógeno

El gasógeno quemaba desde carbón de encina hasta la cascarilla de almendras, esta combustión provocaba un gas que hacía difícil la circulación del vehículo. Subir una cuesta con un vehículo de gasógeno era poco menos que escalar el Everest sin mascarilla de oxígeno.

En 1941 la crisis se agudizó lo que hacía que fuera raro ver coches por las calles de las ciudades. Entre las geniales ideas para solucionar el problema se llegó a fabricar un coche que iba a motor y pedales, el famoso Auto-Acedo. Se consideró un gran avance de la industria española. También volvieron a verse con frecuencia coches tirados por caballos.

Auto Acebo

En febrero de 1943 comenzaron las restricciones de consumo de luz, y en agosto directamente los cortes. Se tomaron ciertas medidas, como la prohibición del uso de la luz a ciertas horas en bares, restaurantes, salas de espectáculos; a oficinas y comercios a reducir el consumo un 50%; prohibición del uso de luz en escaparates y letreros, etc. En 1948 se llegó al extremo de que hubo poblaciones donde se cortó la luz hasta cinco días. Estos cortes perjudicaron gravemente a la industria, que tuvo que recurrir, en ocasiones, a medios poco ortodoxos para obtener energía; por ejemplo que un empleado hiciera girar las máquinas pedaleando sobre una bicicleta. Un periódico se hizo eco de la noticia: Este sistema ha sido acogido con muestras de simpatía, ya que denota el elevado espíritu del productor metalúrgico alicantino quién, con su pedaleo, atiende todas las necesidades de la producción. Habría que preguntarle al improvisado ciclista.

La «pertinaz» sequía también provocó las restricciones de agua. En Madrid, en 1945, se cortaba el agua desde las diez de la noche a las seis de la mañana. En 1947 y 1948 volvieron los cortes de suministro. Una «magnifica solución» la proporcionó la iglesia, organizando procesiones y romerías pidiendo a santas, santos y demás elementos celestiales que enviaran la ansiada lluvia.

Mucha culpa de la falta de determinados productos era el pésimo sistema de abastecimiento del que se encargaba la Comisaria General de Abastecimientos y Transportes. En 1946, uno de los más duros de la posguerra, gobernadores civiles y jefes provinciales de Falange hacían ver en sus informes la impopularidad que provocaba la gestión del racionamiento por parte de la Comisaría General de Abastecimientos [15]. Un ejemplo de esta mala gestión fue las 50.000 toneladas de arroz que tuvieron que ser tiradas al mar en Málaga por no haberlas distribuido a tiempo. El párroco de Algengibre (Álava) criticaba: Las Comisiones de Abastos- no aquí sino en todos los pueblos de España-lejos de ser una garantía para los ciudadanos, entorpecen la vida de estos [16]. En gran parte la culpa era de la Comisaría General de Abastecimientos que no tenía ni idea de lo que en verdad se producía, distribuía y comercializaba. En lugar de solucionar el problema lo agravaba.

Del pésimo sistema de abastecimiento se quejaba la Jefatura Provincial de Falange de Huelva, que lo achacaba a las dificultades en el transporte. Un informe de la DGS de 1945 afirmaba que en Medina del Campo (Valladolid): los racionamientos se dan cada 40 días aproximadamente, y es tan exigua la cantidad, que exactamente duran 8 días. Otro de 1936 señalaba: los racionamientos son tan escasos que no bastan para mal vivir diez días de cada mes en las capitales y cinco en los pueblos [17].

En 1944 y 1948 solamente se distribuyó la mitad del aceite prometido por la CGAT  a precio de tasa. En 1941 y 1948 sólo se distribuyó un tercio del aceite, un 50% del azúcar, un 20% de patatas, etc.

Otro motivo de la escasez era que los productos adquirían un precio mucho mayor en el mercado negro que vendiéndolos a precio de tasa mediante las cartillas de racionamiento. En 1943 el pan superó ocho veces el precio oficial; en 1946, el aceite siete veces, el arroz cinco, el azúcar diez, las patatas, tres. En 1949 el café, tres veces. Respecto a productos no alimenticios, en 1947 el hierro se pagaba tres veces más, el cobre y el algodón, cuatro; y el plomo, el doble[18].

La supresión de las cartillas de racionamiento se llevó a afecto en 1952. El artífice fue Manuel Arburía[19], que en la remodelación del Gobierno de ese mismo año había accedido al ministerio de Industria y Comercio.

Me parece interesante ofrecer la opinión que tienen algunos historiadores especializados sobre la utilidad del racionamiento que se llevó a cabo en España de 1939 a 1952.

Para Claudio Hernández y Gregorio Santiago[20] el racionamiento y el desabastecimiento se utilizó como un método de disciplinar y reprimir a los ciudadanos que habían sido fieles a la República. Con esta forma represiva se aseguraban que no hubiera activación política, ya que lo único en lo que podían pensar era en sobrevivir.

Antonio Cazorla[21] sostiene que […] el racionamiento nunca buscó alimentar completamente a la población –el número de calorías repartidas siempre fue insuficiente para ello- sino paliar la escasez. Por eso en nuestro país, lo que el racionamiento consiguió fue distorsionar el mercado y matar.

ESTRAPERLO

Varios son los motivos que provocan la aparición del estraperlo: el ocultamiento de cosechas para poder venderlas a mayor precio de tasa[22], el acaparamiento de productos por el mismo motivo, y la corrupción generalizada de autoridades, gobernadores civiles, alcaldes, militantes de Falange, funcionarios, militares, que vendía los productos destinados al ejército, y guardias civiles o lo que le quitaban a los pequeños estraperlistas iba a parar a sus casas o sus economatos. Informes del Ministerio de Gobernación implicaban a los jefes de la Guardia Civil de Vizcaya y Barcelona, a los gobernadores civiles de Málaga, Alicante y Girona y a muchos cargos menores como alcaldes, concejales y funcionarios. El párroco de Parparadinas de San Juan (Salamanca) afirmaba: El estraperlo no se podrá impedir porque lo hacen los propios elementos oficiales [23]

Botín de un estraperlista

Hay que señalar que hubo dos tipos de estraperlo «el gran estraperlo» llevado a cabo por autoridades, comerciantes y personas cercanas al régimen, que se enriquecieron amparándose en prácticas corruptas, y el «pequeño estraperlo», que eran el que hacían las personas humildes no con el ánimo de enriquecerse, sino en un intento de sobrevivir [24]. Este último era el perseguido, mientras que los grandes estraperlistas campaban a sus anchas. Estos grandes estraperlistas, que además eran defraudadores fiscales, eran conocidos como los nuevos ricos. Algunos de estos nuevos ricos se hicieron famosos, como los hermanos Julio y Álvaro Muñoz Ramonet [25], de los que un dicho popular decía: en el cielo manda Dios y en la tierra los Muñoz [26]. Otro que amasó una fortuna con el estraperlo fue un chatarrero conocido como el Chato Puertas. Del estraperlo sacaron grandes beneficios familias como los Fábregas, Trinchet, Moreno Aldany, Casacuberta, Francisco Erich, Artiach, Pallarés, etc., y empresas como Nestlé, Singer, General Azucarera, Cementos Portland, Agrícola Industrial Navarra, y un largo etcétera. [27]

El conocido como, según la definición dada por Aranda [28] «estraperlo de los pobres» lo llevaban a cabo principalmente mujeres, en muchas ocasiones esposas o viudas de presos, a las que no dejaron otra salida para poder sacar adelante a sus familias que dedicarse al estraperlo o a la prostitución. Ellos eran los que sufrían la persecución de las autoridades y a los que se imponía con mayor asiduidad multas y embargos de las mercancías. Del estudio que hacen Gómez y Del Arco [29] en las provincias de Málaga y Almería se obtiene el dato de que el 35% de los encausados por practicar el estraperlo en Almería y el 37% en Málaga eran personas sin prácticamente ninguna capacidad económica; en cuanto al sexo el 67,4% eran mujeres en Almería y el 69,5% en Málaga.

Mujer vendiendo tabaco de estraperlo

Para evitar a las autoridades los pequeños estraperlistas utilizaban todo tipo de triquiñuelas: mujeres falsamente embarazadas, jorobados sin joroba, cajas de resonancia de los instrumentos de cuerda, ataúdes que en lugar de cadáveres portaban todo tipo de productos, etc. Muchos estraperlistas hacían sus viajes en tren, llegando a determinado punto, generalmente curvas o tramos donde el tren bajaba la velocidad, los estraperlistas arrojaban por las ventanillas sus productos que eran recogidos pos sus cómplices. En 1946 apareció en la revista Semana que daba cuenta de un peculiar método de pasar mercancías: En el correo expreso descendente de Santander, al observar un agente como una viajera que llevaba un niño pequeño tapado con un mantón daba muestras de inquietud, procedió a la inspección de su equipaje, infructuosamente. No obstante, como continuaba el malestar de la señora, en contraste con la tranquilidad del niño, que en todo el viaje no había hecho el menor ruido, el agente descubrió que el tal niño no era más que una vejiga de aceite, por lo que se procedió a la intervención de la «criatura»[30].

Lata de aceite escondida entre revistas

Cierto es que en ocasiones, muy pocas. Se imponían grandes multas y condenas de cárcel a estraperlistas de alto nivel. Un gran escándalo se produjo en 1948, en esta ocasión protagonizado por el Consorcio Harinero de Madrid. Argentina había enviado como ayuda 400.000 toneladas de trigo, 120.000 de maíz, 25.000 de carne congelada, 8.000 de aceite, 11.000 de lentejas, 20.000 de alubias y 50.000 cajas de huevos. El trigo, tras ser convertido en harina desapareció, acabando en el mercado negro. Ante la protesta del embajador argentino, se tuvieron que imponer grandes multas y penas de cárcel a dirigentes del consorcio, como José Mª Blanco Folgueira, condenado a seis años de prisión e indultado el 13 de julio de 1951, Blanco Otero, González Cortina, entre otros. Las multas que se impusieron ascendieron a 28.830.000 millones de pesetas al consorcio de panaderos de Madrid por hacer ventas ilegales. Las multas les fueron retiradas en 1960; además no se sancionó a los altos cargos de la Administración que habían participado, como era el caso del entonces comisario de Abastecimiento[31].

Los primeros grandes beneficiados por el estraperlo fueron aquellos que ocupaban puestos en la administración franquista, cuanto más elevado era el cargo mayores beneficios se obtenían. Como señalaba Dionisio Ridruejo, en su obra Escrito en España[32]: Todo el mundo estaba en el ajo (…) la implicación de las gentes socialmente más responsables, la participación del aparato político y la frecuente facilidad con que hombres que parecían haber luchado por ideales se avenían a venderse por un plato de lentejas[33]. El Secretario del Consejo de Economía Nacional, Higinio París Aguilar –asesor personal de Franco- escribía en un informe de 1940: […], el hecho que la población haya de soportar ventas clandestinas, a altos precios, irregularidades en la distribución, racionamientos oficiales insuficientes y escasez de ciertos artículos, y los productores tengan que realizar numerosos trámites para vender sus productos, sufriendo algunas veces perjuicios, mientras ciertos grupos de negociantes han enriquecido en proporciones inadmisibles[34]

Para darse cuenta del auge que tomo el mercado negro, y lo que hacía enriquecerse a los que lo practicaban de forma importante, basta con ver la diferencia entre los precios de tasa y los de la venta ilegal. El trigo superó hasta en seis veces el precio oficial; el del aceite, entre 1940 y 1952 superaba al de tasa en un 180%. El 50% del trigo y un 20% del aceite en el mercado negro se comercializaron[35]. Por concretar más los datos; el aceite de oliva en Badajoz, en 1946, era un 1.942% más caro; en Toledo, en 1946, un 1.100%; en el propio Jaén, en 1946, se pagaba un 625 más caro[36].

Sacando una media veremos las diferencias de precio: aceite de 4,8 pesetas a 12, judías de 3 a 8, arroz de 3 a 10, azúcar de 3,47 a 18, bacalao de 7,96 a 15, café de 24 a 50, garbanzos de 4,5 a 9, patatas de 1,21 a 1,75, pan de 1,57 a 7, fideos de 4,5 a 12. Y así todos los productos de primera necesidad.

Otro producto que se daba mucho al estraperlo era el tabaco. Ante la gran escasez muchos recurrieron a los cigarrillos balsámicos que se vendían en las farmacias. El régimen hizo una gran estupidez: entregar cartillas de racionamiento para tabaco a todos los hombres mayores de 18 años. La consecuencia más inmediata era que aquellos que no eran fumadores cogían su racionamiento y lo vendían en el mercado negro, a veces mezclando el tabaco con otros productos obteniendo así mayores beneficios.

Muy relacionados con el estraperlo estaban el acaparamiento de productos que hacían algunos funcionarios y comerciantes, apropiándose de alimentos destinados al racionamiento y que desviaban al mercado negro, y el ocultamiento de cosechas por los grandes terratenientes. Un hombre que fue funcionario durante muchos años del SNT contó al historiador Carlos Barciela[37], que un día fue a visitar al alcalde-terrateniente de un pueblo andaluz; le pidió que entregara las cantidades que tenía pendientes, a lo que contestó negativamente diciéndole: ¿ Para qué creen ustedes que hemos ganado la guerra.

Un camarero le contó a Gerard Brenan que era el estraperlo y quién se beneficiaba de él: Declaró que el mercado negro era el único floreciente del país. Todo el mundo intervenía en él, desde las más altas autoridades para abajo. De él salían todas las nuevas fortunas. Sin embargo la injusticia era tanta que jamás caía un personaje, mientras que era frecuente que se multara o llevara a la cárcel al pobre diablo que había alquilado una mula para ir a forrajear por las aldeas. Y ese pobre diablo […], veía pasar sin detenerse camiones del Ejército o de la Falange atiborrados de mercancías del mercado negro.

Conclusiones

El racionamiento fue una consecuencia directa del sistema autárquico impuesto por Franco. Un racionamiento que afectó de manera grave a las clases más necesitadas. Sin duda fue utilizado como una forma de control y sometimiento de la población menos afecta al régimen.

La pésima actuación en abastecimientos hizo que el racionamiento fuera casi siempre insuficiente para que la inmensa mayoría de los españoles tuviera una alimentación adecuada; es decir fue responsable del hambre que se pasó en España en la posguerra.

Esta falta de productos de las cartillas de racionamiento fue el motivo directo de la aparición del mercado negro, es decir del estraperlo. Un mercado negro al que pocos podían acceder dado el elevado precio que adquirían los productos en el se comercializaban.

El estraperlo lo llevó a cabo gran parte de la población, pero de manera muy distinta y con fines dispares. Mientras que el «estraperlo de pobres» se hacía por mera supervivencia, el «estraperlo de ricos» hizo que muchos se enriquecieran, eran los nuevos ricos, entre los que se encontraban toda clase de individuos sin escrúpulos, incluyendo autoridades civiles y militares.


Bibliografía mencionada

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  • BARCIELA LÓPEZ, Carlos (2023): Con Franco vivíamos mejor. Pompa y circunstancias de cuarenta años de dictadura, Madrid.
  • BARCIELA, Carlos, LÓPEZ, Mª Inmaculada, MELGAREJO, Joaquín, MIRANDA, José A. (2001): La España de Franco (1939-1975). Economía, Madrid.
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  • HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio y SANTIAGO DÍAZ, Gregorio (2022): Las causas de los «años del hambre»: mitos y miserias de la autarquía franquista, en David Conde Caballero y allts. (eds.) Vidas sin pan. El hambre en la memoria de la posguerra española, pp. 5-23, Granada.
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  • ROMÁN RUIZ, Gloria y DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel (2022): ¿Resistir con hambre? Estrategias cotidianas contra la autarquía en la consolidación del Franquismo, en Ayer, nº 126, pp. 107-130.
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  • VILLALTA LUNA, Alfonso M. (2022): «Menos Franco y más pan blanco». De la retórica del régimen a la realidad de la vida cotidiana en la posguerra, en David Conde Caballero y allts. (eds.) Vidas sin pan. El hambre en la memoria de la posguerra española, pp. 121-138, Granada.

[1] Citado por Abella, 2018: 108.

[2] Ver Aranda: 57.

[3] Citado por Abella, 2018: 13.

[4] Entrevista realizada por Conde: 39.

[5] Citas de Conde: 41.

[6] Ver Hernández/Santiago: 20.

[7] Citado por Conde: 206.

[8] Citado por Abella, 2018: 122.

[9] Ver Villalta: 123.

[10] Ver Villalta: 127-134.

[11] Ver Villalta: 134-136.

[12] Citado por Barciela: 57.

[13] La ley que aprobó estas cartillas de fumador decía textualmente: La mujer española, cristiana y decente no puede fumar.

[14] Citado por Abella, 2018: 297.

[15] Ver Román/Del Arco: 114.

[16] Citado por Santiago: 123.

[17] Citados por Hernández/Santiago: 19-20.

[18] Ver Riquer: 269.

[19] Estuvo en el cargo de julio de 1951 a febrero de 1957.

[20] Hernández/Santiago: 20-21.

[21] Cazorla: 99.

[22] Según datos oficiales en los años 1942 y 1943 se calculó que la ocultación de productos estuvo entre el 28,45 y el 38,26%, aunque algunos especialistas elevan estas cifras al 47%. En algunos productos como el trigo y el aceite había más oferta en el mercado negro que en el oficial.

[23] Citado por Santiago, 2022b: 133.

[24] Generalmente era el intercambio de unos productos por otros.

[25] Protegidos del general Orgaz, capitán general de Cataluña y al que algunos señalaban también como beneficiario del estraperlo.

[26] Se dedicaban, sobre todo, al estraperlo del algodón.

[27] Ver Abella, 2019: 278.

[28] Aranda: 66.

[29] Gómez/Arco: 185.

[30] Citado por Abella, 1996: 120.

[31] Ver Abella, 2019: 284.

[32] Páginas: 104-105.

[33] Citado por Román: 668.

[34] Citado por González Duro: 210.

[35] Ver Arco: 628.

[36] Ver Christiansen: 224.

[37] Barciela, 2023: 54.

José Luis Garrot Garrot
José Luis Garrot Garrothttps://asambleadigital.es
Historiador y arabista. Profesor de la UCM

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