Los verdugos de Franco en la Guerra Civil. Introducción. Francisco Franco Bahamonde

En la mayoría de los trabajos relacionados con la represión franquista se ha incidido en las víctimas, estos artículos ponen nombres y caras a los responsables directos de las atrocidades que cometieron


Se han escrito cientos de obras sobre la represión ejercida por las huestes franquistas durante la guerra civil y en las décadas posteriores. Labor que iniciaron historiadores como Alberto Reig Tapia, Francisco Moreno Gómez o Francisco Espinosa. En la mayoría de estas obras se ha incidido en las víctimas, citando cifras y los nombres de las mismas. Pero la literatura no ha sido tan abundante en relación a quiénes habían sido las personas que habían llevado a cabo la represión. Existe alguna obra monográfica y algunos artículos dedicados a personas en concreto, pero lo habitual es hablar en modo genérico.

En otras se dan algunos nombres, pero hasta la fecha no existe ninguna, al menos que yo conozca, que se base específicamente en dar los nombres y apellidos de los ejecutores de la represión, en cualquiera de sus vertientes. Una de las razones por la que ha ocurrido esto es porque no pocos han sido los historiadores que se han visto demandados por familiares de los mencionados; y desgraciadamente tampoco han sido pocos los casos en los que los jueces han fallado a favor de los demandantes.

En este trabajo doy el nombre y apellidos, junto a su trayectoria, de más de ciento cincuenta personas que participaron, bien siendo ejecutores directos, elaboradores de leyes, jurídicos, delatores, e incluso de aquellos que con sus palabras animaban a crear el clima de terror impuesto por los sublevados. Ya es admitida por la inmensa mayoría de los historiadores la cifra de 150.000 víctimas mortales provocadas por la represión franquista, cifra que no está ni mucho menos cerrada porque cada día nos encontramos con nuevos datos que van aumentando esta cifra.[1]

La represión fue llevada mayoritariamente por militares –haciendo hincapié en que los principales mandos habían participado en las guerras de Marruecos, en las que ya habían llevado a la práctica sus tácticas de terror-, guardias civiles, falangistas o Requetés; sin olvidar el papel jugado por parte de la población civil ayudando tanto en la ejecución directa de la represión como colaborando en la elaboración de las listas de las personas que debían ser eliminadas; y sin olvidar el importante papel que en la represión protagonizó la iglesia católica.

No es un trabajo ni mucho menos definitivo, faltan los nombres de muchos más verdugos, pero sí puedo afirmar que no están todos los que son, pero sí son todos los que están. He intentado con mi investigación hacer buenas las palabras de Bertolt Brecht: Quién no conoce la verdad es un tonto, pero quién conociéndola, la caracteriza de mentira, es un delincuente.

Sirva también como introducción una breve reseña[2] del principal responsable del que algunos califican como genocidio; Francisco FRANCO BAHAMONDE. Un mediocre militar[3], familiarizado con la implantación del terror como demostró en la guerra de África o en la represión en Asturias en 1934.

Franco haciendo el saludo fascista.

En varias ocasiones dejó claro cuál era su objetivo para con los enemigos: la aniquilación. El 27 de julio de 1936 Franco concedió en Tánger una entrevista al periodista Jay Allen, corresponsal del Chicago Daily Tribune:

  • “Nosotros luchamos por España. Ellos contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio”.
  • Allen: Tendrá que matar a media España, dije
  • Entonces giró la cabeza, sonrió u mirándome firmemente dijo: “He dicho a cualquier precio”
  • Es decir –afirma Allen- que “estaba dispuesto a acabar con la mitad de los españoles, si ello era necesario para pacificar el país.

Tras esta entrevista, Jay Allen dijo de Franco: otro enano que quiere ser dictador.

Otra afirmación de Franco fue: Con los enemigos de la verdad –evidentemente la suya- no se trafica, se les destruye.

A finales de 1938 declaró a James Miller –vicepresidente de United Press-, que no era posible negociar la paz porque los delincuentes y sus víctimas no pueden vivir juntos.

En su declaración del estado de guerra dejaba claro como pretendía restablecer el «orden»: inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con se impondrán y la rapidez con que se llevarán a cabo sin titubeos ni vacilaciones[4]

Al embajador italiano Roberto Cantalupo también le hizo partícipe de sus intenciones: Debemos realizar la tarea, necesariamente lenta, de redención pacificación, sin la cual la ocupación militar sería totalmente inútil. La redención moral de las zonas ocupadas será larga y difícil porque en España las raíces del anarquismo son antiguas y profundas. La redención moral no era otra que la eliminación física de personas, era la mejor manera de asegurarse que habría marcha atrás.

Franco refrendaba todas las sentencias de muerte, con una frialdad y una falta de escrúpulos que conocemos gracias a las memorias de varios de sus colaboradores más directos.

La relación de condenados para el “enterado” se la presentaba el teniente coronel Lorenzo Martínez Fuset, generalmente mientras el dictador tomaba café. En muchas ocasiones junto a Franco estaba el capellán, confesor de Franco, José María Bulart; este siniestro personaje no tenía reparo en bromear sobre el destino de los pobres condenados: ¿Qué? ¿Enterrado? Otra labor que realizaba el «piadoso» sacerdote era enviar a la papelera todas las peticiones de clemencia que recibía.[5]

Para Franco firmar las sentencias, antes de la reparadora siesta, no tenía la menor relevancia. En una ocasión en la que estaba presente Serrano Suñer mientras le presentaban las sentencias de muerte, éste le preguntó si se retiraba, la respuesta de Franco fue que no hacía falta porque eran cosas de trámite[6].

Pedro Sainz Rodríguez le visitó mientras desayunaba chocolate con picatostes, refiere como Franco tenía al lado dos sillas, en una iba poniendo los expedientes en los que confirmaba las sentencias de muerte, en la otra las conmutadas, todo ello sin dejar de mojar picatostes en el chocolate.

En cuanto a las conmutaciones, tanto Serrano Suñer como Dionisio Ridruejo afirmaron que Franco se las apañaba para que los indultos de las penas de muerte llegaran después de que hubieran sido llevadas a cabo; este hecho se lo mentó Serrano Suñer a Paul Preston en 1979[7]            

Lorenzo Martínez Fuset

Bulart con Franco y Carmen Polo                          

Durante un almuerzo con el nazi Johannes Bernhardt, se habló de cuatro mujeres que habían sido detenidas; Franco con enorme frialdad dijo: No hay nada más que hacer. Fusílenlas[8].

Franco, como ya había demostrado en la guerra de África, no respetaba en lo más mínimo las reglas de la guerra; por ejemplo fusilar a los prisioneros. Phillips Chetwode, que presidía la Comisión Británica de Intercambio de Prisioneros, en una misiva al Foreign Office, se quejaba de que Franco seguía ejecutando a los prisioneros, comentaba que del dictador :es peor que los republicanos, y no había manera de evitar que ejecutara a sus prisioneros[9].

Sin duda al juez Garzón le amparaba toda la razón cuando encausó a Franco por crímenes contra la humanidad. En el Estatuto de Roma de 1998  quedaron establecidos los tipos de crímenes contra la humanidad; las acciones de Franco cumplían las condiciones que se otorgaron a siete de ellos: 1) Asesinato, 2) deportación o traslado forzoso, 3) Encarcelamientos masivos, 4) Tortura, 5) Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia, 6) Desaparición forzosa de personas, 7) Otros actos inhumanos causantes de grandes sufrimientos.

El historiador Pedro Angosto retrató magníficamente la personalidad de Franco: Franco tenía una mentalidad psicopática que le hacía emocionarse ante un besito de su nieta después de haber firmado en unos segundos cien penas de muerte. Siendo muy crueles muchos de sus compañeros africanistas como Mola, Queipo de Llano, Yagüe t tantos más, Franco les ganaba a todos en crueldad y frialdad, llegando con el tiempo a saber manejar estos rasgos extremos de su personalidad con verdadera maestría[10]

Bibliografía reseñada en el capítulo

ANGOSTO, Pedro L. (2017): Diccionario del franquismo. Protagonistas y cómplices, Granada.

BABIANO, José, GÓMEZ, Gutmaro, MÍGUEZ, Antonio y TEBAS, Javier (2018): verdugos impunes. El franquismo y la violación sistemática de los derechos humanos, Barcelona.

CASANOVA, Julián (2002): Una dictadura de cuarenta años, en J. Casanova (coord.) Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, pp. 1-50, Barcelona.

MORENO GÓMEZ, Francisco (2013): Trincheras de la República, 1937-1939, Córdoba.

PRESTON, Paul (2010): Franco y la represión, la venganza del justiciero, en Carlos Navajas y Diego Iturriaga (coord.) Novísima. Actas del II Congreso Internacional de Historia de Nuestro Tiempo, Logroño, pp. 59-70.

REIG TAPIA, Alberto (1983): La represión franquista y la guerra civil…, Tesis Doctoral, Madrid, disponible en https://eprints.ucm.es/id/eprint/52927/

[1] Tomado de José Babiano, Gutmaro Gómez, Antonio Míguez y Javier Tebas: Verdugos impunes. El franquismo y la violación sistemática de los derechos humanos,  Madrid, 2018.

[2] Para completar la figura de Franco hay interesantes obras monográficas escritas por historiadores como Paul Preston o Ángel Viñas.

[3] Una de las mentiras más divulgadas por los franquistas es que fue el que alcanzó con menor edad el generalato en Europa, ni siquiera en España fue el primero.

[4] Tomado de Reig Tapia, 83: 210.

[5] Ver Casanova, 2002: 21.

[6] Tomado de Preston, 2010:63.

[7] Ver Preston, 2010:63.

[8] Tomado de Preston, 2010:67.

[9] Ver Moreno Gómez, 2013: 446-447.

[10] Angosto: 155.

José Luis Garrot Garrot
José Luis Garrot Garrothttps://asambleadigital.es
Historiador y arabista. Profesor de la UCM

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