Las enseñanzas de Sócrates

Cuando los planetas se alinean, Feijoo deja a un lado los polvos mágicos y no tengo demasiado sueño, encuentro tiempo para leer cosas no íntimamente ligadas con la historia o el devenir político. Recientemente sucedió esto, y pude leer la obra de Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, muy recomendable para completar la otra obra apologética de Platón.

Pero hubo una parte que me llamó poderosamente la atención, y es la que quiero compartir con la persona que lea estas líneas. Se trata de un episodio en el que el sofista Antifonte increpa a Sócrates con la finalidad de robarle algunos alumnos, alegando que la vida miserable de Sócrates solo lo acababa convirtiendo en “profesor de miseria”, pero este no contaba con la genial contestación del aludido:

Me da la impresión, Antifonte, de que te has hecho una idea tan triste de mi manera de vivir, que estoy convencido de que preferirías morir a tener una vida como la mía. Observemos, pues, qué es lo que de difícil aprecias tú en mi vida. ¿Será acaso porque los que cobran dinero están obligados a realizar la tarea por la que cobran, mientras que yo, como no cobro, no tengo necesidad de conversar con quien no quiera?¿O menosprecias mi régimen de vida haciendo ver que como manjares menos sanos que tú y que proporcionan menos energía?¿O que mis medios de subsistencia son más escasos y por ello más caros que los tuyos?¿O que son más agradables para ti los manjares que tú te preparas que para mí los míos?¿No sabes que el que come más a gusto es el que menos condimento necesita, y que quien bebe más a gusto menos necesita la bebida que no tiene a mano? Y en cuanto a la ropa ¿sabes que los que cambian de ropa lo hacen por el frío y el calor y llevan calzado para no verse impedidos de andar por donde se puede hacer daño en los pies? Pues bien, ¿notase tú alguna vez que yo me quedara en casa a causa del frío más que otra persona, o que a causa del calor me peleara con alguien por una sombra, o que por dolerme los pies no pudiera ir donde quisiera?¿No sabes que los que por naturaleza son más débiles físicamente, a fuerza de ejercicio se hacen más fuertes y aguantan mejor en aquello a que se dedican que los que, siendo más fuertes, no se entrenan?¿Y no crees que yo, entrenando continuamente mi cuerpo para soportar las contingencias, puedo soportarlo todo con más facilidad que tú, que no te entrenas?

Y para no ser esclavo del estómago, ni del sueño, ni de la lascivia, ¿crees que hay alguna razón más poderosa que la de tener otras actividades más agradables que ésas, las cuales no sólo me complacen mientras las disfruto, sino que me proporcionan la esperanza de que siempre me serán de provecho? Lo que sí sabes, sin duda, es que los que no esperan que vaya a irles bien las cosas no disfrutan, mientras que quienes creen que una labranza o una travesía en barco o cualquier otra cosa que estén haciendo les saldrá bien, disfrutan con su prosperidad. ¿No crees entonces que de todo ello surge un placer tan grande como el de creer que uno mismo llegará a ser mejor y tendrá mejores amigos? Yo, al menos, me paso la vida con esa creencia.

Y, por otra parte, en el caso de que hubiera que ayudar a los amigos o a la ciudad, ¿quién tendrá más tiempo para ocuparse de ello, el que viva como yo o el que tú consideras feliz?¿Y quién de los dos podría salir con mayor rapidez a luchar, el que no puede vivir sin un régimen dispendioso o el que se conforma con lo que tiene a mano? ¿Y quién se rendiría antes en un asedio, el que necesita disponer de las cosas más difíciles o el que se basta con lo más fácil de encontrar? Me parece, Antifonte, que opinas que la felicidad es molicie y derroche. En cambio, yo creo que no necesitar nada es algo divino, y necesitar lo menos posible es estar cerquísima de la divinidad; como la divinidad es la perfección, lo que está más cerca de la divinidad está también más cerca de la perfección.”

Como conclusión, no nos debemos olvidar del contexto que rodea al personaje. Una Grecia que se vanagloriaba de su superioridad intelectual mientras que su arcaico sistema productivo tenía que echar mano de la esclavitud para reproducirse. Sin embargo, esto no quiere decir que siguiendo un moralismo absoluto rechacemos por completo este período sin más como una barbarie esclavista. Tal como apreciamos en el texto las enseñanzas que podemos extraer de sus pensadores aún son válidas para nuestros días.

Al mismo tiempo sería incorrecto adorar sin más a la figura de Sócrates, en esencia el más filósofo de los sofistas per al mismo tiempo el más sofista de los filósofos (tal como muestra su recurrente mayéutica), ya que no nos olvidemos que este fue el maestro de uno de los principales filósofos idealistas que conocemos. Ese mismo Platón sería quien nombraría a Diógenes de Sinope como un “Sócrates enloquecido”, ya que este fue quien llevó el individualismo y el relativismo a un punto nunca visto.

Como ya hemos repetido muchas veces, la puerta abierta al idealismo no suele aportar nada positivo. Por todo esto no debemos olvidarlas enseñanzas de la filosofía clásica, sin olvidar que individuos e idealistas abundan como piedras en nuestra época, siendo más escasos los materialistas y los revolucionarios.

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