El feminismo es democracia

FEMINISMO COMO FACTOR DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y AVANCE DEMOCRÁTICO

Si partimos de que el feminismo es la idea radical de que todas somos iguales, y cuando digo todas me refiero a todas las personas, y ahí incluyo a todas, todos y a todes, ¿para qué sirve el feminismo? Parece claro: para elaborar estrategias políticas, sociales, laborales, económicas, culturales, en fin, en todos los órdenes, hasta en salud y educación, que ayuden a conseguir esos estándares de igualdad que no tenemos.

El patriarcado es el sistema por antonomasia, que construye cultura que nos subyuga -desde el propio lenguaje que nombra cosas, situaciones, hechos y vidas- y economía que nos explota.

Como nos recuerda Kate Millett, una histórica feminista norteamericana, el patriarcado es un sistema socializador jerárquico y vertical tan perfecto, que viene de tan lejos y la aceptación de sus valores es tan universal y está tan arraigada que nos cuesta detectarlo.

En el plano económico, su feroz alianza con el capitalismo está configurando un sistema de explotación de carácter vertical tan absoluto, que en su fase actual de desarrollo quiere sacar rédito hasta de la última brizna de vida, y en eso los cuerpos de las mujeres son mercancía totalmente aprovechable, en un proceso de colonización de la vida por parte de los mercados y su lógica del beneficio, tal como alerta la filósofa feminista italo-australiana Rosi Braidotti en sus estudios sobre lo Posthumano.

Por eso tenemos que seguir estudiando, continuar relatando y haciendo política.

Las mujeres estamos obligadas a contar nuestra versión, a analizar los hechos desde nuestro lado, con nuestras gafas moradas, y a participar en el espacio público todo lo que sea posible, desde la hermandad y la solidaridad, desde la sororidad, con todas nuestras hermanas y por ellas.

Tal y como están las cosas sabemos que en las sociedades en las que vivimos, las mujeres en esa pelea por la igualdad dentro de sistemas patriarcales capitalistas partimos de situaciones de más desigualdad de la que tienen los varones, blancos, heteros, occidentales. Y si son mujeres trans, o racializadas o mujeres con diversidad funcional o psíquica la cosa se complica muchísimo más. No solo en los salarios, que es ya un clásico, que por más que protestamos y nos afanamos en hacer planes de igualdad en las empresas seguimos ganando en torno a un 30% menos de media, sino también en el reconocimiento, en el freno a nuestras expectativas, en los techos de cristal y sobre todo en los suelos pegajosos, que se traducen en situaciones vitales de precariedad y en usos de los tiempos muy desiguales que hacen que las mujeres carguemos, en general, con una mochila triple X, que ya señaló y criticó Alexandra Kollontái en su escrito sobre el comunismo y la familia de 1918: “Treinta millones de mujeres soportan una triple carga. La mujer casada, la madre que es obrera, suda sangre para cumplir con tres tareas que recaen sobre ella al mismo tiempo: disponer de las horas necesarias para trabajar en alguna industria o establecimiento comercial, al igual que su marido; consagrarse después lo mejor posible a los quehaceres domésticos, y, por último, cuidar se sus hijos. El capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora un peso que la aplasta. La ha convertido en obrera sin aliviarla de sus labores de ama de casa y madre. Por tanto, nos encontramos con que, a consecuencia de esta triple e insoportable carga, que con frecuencia expresa con gritos de dolor y hace asomar lágrimas a sus ojos, la mujer se agota”. Hace un siglo que le damos vueltas a los cuidados, a las cargas y a los usos de los tiempos. Porque el trabajo construye y hay que buscar fórmulas, que es en lo que ahora está el gobierno de coalición, con el Ministerio de Igualdad al frente, en ver como articulamos una legislación en la que los cuidados pasen a formar parte de la esfera pública común, para que todas las personas puedan desarrollarse con las mismas oportunidades.

Y traigo aquí la anécdota de Adam Smith y los filetes, para abundar en esto del uso de los tiempos y la mochila y el trabajo no remunerado. Que es algo que el patriarcado capitalista se ha esforzado en obviar, el coste social del trabajo extra, de la triple mochila de las mujeres. Esto siempre lo refiere con mucha gracia mi amiga la periodista Alejandra Acosta -citando el libro Katrine Marçal, periodista sueca que escribió  en 2016 ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?-, que el bueno de Smith valoraba mucho a su carnicero, gracias al cual, según él, tenía filetes para comer encima de su mesa, pero Adam se olvidaba por completo de que bien su madre, bien su esposa, habían hecho el trabajo de ir a comprar el filete, traerlo, prepararlo, cocinarlo, ponerlo en su plato para que él solo tuviera que degustarlo, y luego recoger la mesa y la cocina y vuelta a empezar. Así bien comido y atendido, el señor Smith se podía dedicar todo el tiempo que fuera necesario a pensar sobre sus teorías de la economía, olvidando y no valorando el coste o más bien, el ahorro que suponen todos esos cuidados para el conjunto de la economía capitalista que hacemos las mujeres por la cara, por lo general, y con un coste en tiempo que nos merma a la hora de desarrollarnos, que supone un lastre que cotiza en la desigualdad. De ahí la necesidad de que se entienda bien qué significa la corresponsabilidad y también qué implica como beneficio colectivo que los cuidados ocupen la esfera pública y se invierta en ellos.

Las mujeres luchamos también contra las violencias que sufrimos, contra la violencia machista, tan brutal como la expresión radical y más bárbara de la desigualdad, y hacemos leyes contra esta violencia que cuesta mucho sacar adelante porque el sistema judicial es patriarcal, y seguimos ahora empeñadas desde el Gobierno de España en perfeccionar la regulación de la violencia con la ley del Solo Sí es Sí, un avance legislativo que ensancha derechos y democracia, un avance legislativo que protege y pone las cosas en su sitio; luchamos también contra las violencias en el empleo, de acosos, bullying, desigualdades varias, etc. Igualmente luchamos contra las violencias que sufrimos en la salud, la violencia obstétrica, las afecciones que no se contemplan desde el punto de vista del género…en fin que la lucha por la igualdad es amplia y abarca todo.

¿Qué pretende el feminismo? Subsanar todos estos déficits de igualdad, que tienen que ver con el género y con la clase y que son síntomas claros de una mala salud social.

UN POCO DE HISTORIA

A lo largo de la historia las mujeres han estado luchado y peleando por derechos en todos los órdenes, para contribuir a las mejoras sociales colectivas. Pero, qué ha ocurrido, que a menudo se las ha invisibilizado, excluido del relato y lo que es mucho peor, se han postergado sus justas demandas, demandas revolucionarias, por cierto, que van a la raíz de los problemas del patriarcado capitalista.

Partiendo de que las dos grandes revoluciones de la historia las iniciaron las mujeres, poniendo pie en pared para defender las cosas de comer, primero en la Revolución Francesa cuando llenan la bastilla con palos, horcas y picas para exigir que bajaran los precios del trigo, y le cuesta la cabeza a Olympe de Gouges, al reclamar los derechos de ciudadanía también para la mujeres; y después en la revolución rusa, cuando las trabajadoras de las fábricas de San Petersburgo (el 52% de la población trabajadora de la industria eran mujeres) inician una huelga el 8 de marzo que se extiende a toda Rusia para pedir pan y paz, y que vuelvan los hijos de la guerra, y a los 8 días cae el Zar, según relata Alexandra Kollontái.  Esto suele olvidarse u obviarse en el relato de la historia, porque siempre parece que la historia la escriben los varones blancos.

O las grandes luchas por el sufragio universal, por el derecho de las mujeres a elegir y ser elegidas, que sin sufragio universal no hay democracia, y creo que cuántas más cabezas pensantes diversas en esto de la política, mejor conocimiento de lo humano y más progreso social en todos los órdenes.

En España sucede lo mismo y también sucede lo mismo en el movimiento obrero y en los movimientos políticos de la izquierda. Es muy normal que a menudo todo lo sucedido se escriba con nombre de varón. Parece que, en los esfuerzos por generar avances sociales profundos, nosotras no contamos o contamos menos.

Y claro, es que la exclusión y la invisibilización viene de muy antiguo, ya para entrar en la academia de Platón había dos únicas exigencias, ser versado en la ciencia de la geometría, lo cual está muy bien, y no ser mujer… que ya no parece que estuviera tan bien, porque se quitaban de un plumazo a la mitad de los cerebros pensantes de su tiempo.

Pero volvamos a España, volvamos a hechos que merecen ser rescatados del olvido, a luchas protagonizadas por mujeres, a veces pequeñas luchas, pero que desde mi punto de vista constituyen grandes ejemplos, y otras veces grandes luchas con victorias que tenemos que apuntarnos y que merecen ser celebradas y recordadas, porque todas ellas suman y empujan para hacer viable ese cambio social hacia una plena igualdad.

Las cigarreras, primera gran fuerza laboral del movimiento obrero

Las cigarreras fueron maestras en generar fuerza colectiva, sin dejar compañeras atrás. Hasta finales del XIX ninguna huelga tenía éxito sin la presencia de las cigarreras, que llegaron a ser una fuerza laboral de 23.000 trabajadoras en todo el Estado.  Protagonizaron un movimiento obrero en el que se tenía en cuenta, además del salario, la crianza, la salud, la vejez y los cuidados. Durante el siglo XIX y principios del XX protagonizaron numerosas huelgas y protestas por diversas causas, desde defender a trabajadoras represaliadas, a pelear contra modificaciones y mermas en sus condiciones laborales. Emilia Pardo Bazán escribió sobre ellas, retratando así una fábrica de tabacos: “Si los pitillos eran el Paraíso y los cigarros comunes el Purgatorio, la analogía continuaba en los talleres bajos, que merecían el nombre de Infierno”.

En los años 30 la Unión Tabaquera tenía fuerza y prestigio y una de sus líderes, la comunista Eulalia Prieto se expresaba así: “En cuantas luchas ha sostenido la Federación, se puso de manifiesto cómo el factor femenino es algo decisivo y terminante. Mucho hace el número, en efecto; pero no menos hace la valentía, el arrojo de las cigarreras. Este gesto que nos caracteriza, tiene un valor inconmensurable […]. ¿Será que no tememos los peligros? No, no es eso; es que las mujeres estamos en lo general más faltas de libertad que los hombres y al hacer nuestra iniciación en la lucha sindical saturada de redentores ideales encontraremos lo que nos falta en el orden económico y moral. La lucha nos ofrece pan y libertad, más amplios horizontes de vida. He aquí, a mi modo de ver, las causas de nuestra valentía y nuestro arrojo”.

Las mujeres de la Huelgona

Traigo aquí por supuesto el recuerdo de La Hulegona de 1962. Carmen Marrón, Tina Pérez (asesinada a base de palizas de la policía, pero inmortal, gracias al pintor Eduardo Arroyo), Ana Sirgo y tantas otras. Una lucha de resistencia y de reclamación de mejoras en la situación laboral y salarial fabulosa, que además supuso un gran pulso político al franquismo y el pistoletazo de salida para un movimiento obrero que se ponía otra vez a hacer girar la rueda de la historia. Esa lucha enorme no hubiera sido posible sin el concurso de las mujeres de les cuenques -como expresa mi querida y admirada Anita Sirgo- sin sus habilidades para comunicar lo que allí estaba sucediendo y pedir solidaridad, sin su valentía, su imaginación y su arrojo.

El MDM: “hay que ir donde están las mujeres”.

Traigo a estas páginas también a las mujeres que organizaron el movimiento vecinal desde el Movimiento Democrático de Mujeres (invito a leer el libro del historiador Francisco Arriero, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, El Movimiento Democrático de Mujeres. De la lucha contra Franco al feminismo para comprender toda la dimensión de este movimiento que llego a tener más de 5.000 mujeres afiladas en toda España en plena clandestinidad, según lo recogen los informes policiales de la época, en 1976). El MDM fue pionero en el feminismo en España, que en los años 60 y 70 tuvieron el arrojo y el acierto de organizar una estrategia de entrismo político en las asociaciones de amas de hogar de la sección femenina de Falange, que eran las únicas organizaciones permitidas por el régimen junto al sindicato vertical en España. En palabras de Dulcinea Bellido, que me apuntó Merche Comabella en una entrevista, “hay que ir dónde están las mujeres, aprovechar las estructuras y convertir estas asociaciones en movimientos reivindicativos para la mejora de los barrios obreros”. Transformaron estas asociaciones -que hasta ese momento eran lugares de adoctrinamiento para convertir a las mujeres en seres sumisos- en movimientos reivindicativos en los barrios. Pedían iluminación, asfaltado de calles, semáforos, transporte público como recuerda Maruja Ruiz, líder vecinal de los Nou Barris, promotora del secuestro de una línea de autobús, para demostrar que era viable el recorrido que exigían las vecinas; pedían centros de salud, escuela pública… ¿se puede entender la conformación de las grandes ciudades españolas sin la fuerza de lucha de las mujeres por las cosas de comer? Hicieron hasta huelgas de consumo, por la carestía de la vida, pelearon en las calles contra corrupciones, como la del aceite de Redondela, que hacían subir los precios de productos básicos…ellas crearon el movimiento vecinal exigiendo las cosas de comer, la mejora de lo cotidiano. Mostrando, una vez más, que el “feminismo es la política de la vida cotidiana”, tal como afirma la filósofa Braidotti. Porque sin lo cotidiano en su sitio, sin una buena salud social para todos, todas y todes no hay democracia.

Luchas por derechos

Menciono también aquí a las 200 trabajadoras de un pequeño pueblo de Córdoba, Posadas, que pararon sus máquinas de coser para exigir un salario digno en 1973, en una huelga que nunca se nombró así, conocida como el silencio de las tricotosas.

Tampoco quiero olvidar la lucha de las mujeres de Motor Ibérica en 1976, que se encerraron en una iglesia durante 28 días, 300 personas, y que fueron desalojadas por la fuerza por la policía a palo limpio, ellas se defendían poniendo su torso desnudo como escudo, tal y como recuerda Maruja Ruiz en una entrevista para el documental que dirigí en 2019, Por mí y por todas mis compañeras. Mujeres en lucha.

No me quiero olvidar de tantas luchas por derechos protagonizados entre otras, por las bravas mujeres que en 1978 terminaron en las calles con la Ley de Adulterio; las que salieron a reclamar el derecho al divorcio y al aborto; las trabajadoras de Confecciones Gijón S.A.,  más conocida como la fábrica de camisas IKE, que mantuvieron una huelga y una ocupación de fábrica histórica entre 1984 y 1994 por su pan y el de sus hijos y que desafiaron los puñeteros y brutales acuerdos de la Reconversión Industrial, que llegaron a estar los últimos 4 años de lucha encerradas en la fábrica, como refiere un maravilloso libro titulado IKE: Retales de la reconversión, editado por Carlos Prieto en 2004, en Ladinamo Libros.

Y por último me detengo en la labor de Mercedes Pérez Merino, sindicalista de CCOO con más de 30 años de trayectoria, y la pelea contra Coca Cola de las y los Espartanos de CocaCola en lucha, seis años y medio empujando para hacer hincar la rodilla del monstruo de las burbujas. Mercedes Pérez Merino, denunció a la marca de las burbujas por vulneración de derechos y ganó. Además, se empeñó en que no podía ser legal que si la fábrica de Fuenlabrada no producía se estuviera vendiendo producto en Madrid. Dio tanto la murga al comité de empresa, y a la magistratura de trabajo recogiendo botes y botellas de CocaCola por los supermercados, para demostrar que estaban fabricados fuera de España, que finalmente la hicieron caso y se determinó que la legislación europea prohíbe el esquirolaje de producto y que con esa figura legar podía haber recorrido judicial. Y efectivamente lo hubo, el ERE de Coca Cola Fuenlabrada fue declarado nulo por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y los trabajadores y trabajadoras tuvieron que ser readmitidos. Me encantan las mujeres que no se rinden, que no se callan y que pelean contra viento y marea por lo que creen justo.

Hay muchas que merecen ser nombradas y recordadas.

Por supuesto no me olvido de las valientes mujeres denunciantes de corrupción que han levantado su voz en favor de la justicia en lugares difíciles, como Sonia Vivas (denunciante de acos y corrupción en la policía que encausa a 140 policías de Palma de Mallorca y ha conseguido la primera sentencia firme por lesbofobia en la persona de dos policías) o Ana Garrido (denunciante de Gürtel)…a todas ellas se las ha silenciado y se las ha acosado, pero han seguido y han dado pasos para hacer mejor el mundo en que vivimos. Debemos mucho a todas ellas.

El movimiento de las mujeres en España es fruto de todas esas luchas, de todas hemos aprendido y aprendemos. Gracias a ellas, SOMOS. Seguimos haciendo camino para ensanchar la democracia, porque sin igualdad, en todos los órdenes, esa bella palabra griega está tan vacía como un globo arrugado.

Carmen Barrios Corredera. Escritora y fotoperiodista. Autora de ROJAS, Utopía, 2022

Carmen Barrios Corredera
Carmen Barrios Corredera
Comenzó en Mundo Obrero en los 80, de allí saltó de medio en medio, de gabinetes de comunicación a revistas y viceversa, hasta que llegó a la revista Temas. Ha recibido varios premios de literatura y de fotografía, y realizado diversas exposiciones de fotografía en la Fundación Antonio Gala de Córdoba y el Ateneo de Madrid, entre otros lugares. Ha publicado libros de poemas y fotografías con el epígrafe Espacios Comunes. Ha dirigido el documental "Por mí y por todas mis compañeras, mujeres en lucha", que ganó la II edición de las becas Residencia Artística UNED. Es autora del libro de relatos "De palabras como lenguas en tu boca" (2019), pero si algo la ha colocado en la primera plana de la narrativa es sin duda su saga de «Rojas»: "Rojas. Relatos de mujeres luchadoras" (2016), "Rojas, violetas y espartanas" (2018) y "Rojas y trabajadoras" (2021).

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