Indigenismo y comunismo incaico: José Carlos Mariátegui y sus 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana

Cuando tuve que estudiar historia precolombina de América me encontré con la curiosa idea de que a finales del siglo XIX y a principios del XX se consideraba a la civilización incaica equiparable al comunismo, por el fuerte peso que tenía el estado en todos los ámbitos de la vida social y económica. Ciertamente esto me hizo esbozar una ligera sonrisa y pensar en lo ridículo de tal suposición incluso para el nivel de conocimiento del mundo incaico (y de la concepción simplista del comunismo como simple estatismo omnipresente) que se tenía a principios de siglo, equiparable a la consideración de Platón como un comunista defendida por Bertrand Russell. Para mi sorpresa al sumergirme en el estudio de la historia americana contemporánea apareció de nuevo ante mis ojos uno de los más destacados defensores de esta tesis, José Carlos Mariátegui, presentado además con el epígrafe del “primer marxista latinoamericano”, lo que me hizo interesarme enormemente por su obra y legado intelectual.

Con este fin realizaré un comentario de la principal obra del autor de origen peruano, , 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. La finalidad principal de esto es mostrar lo falso que supone asociar a este autor con el marxismo, del que ni siquiera toma la mitad de sus citas, y tratar de comprender la génesis del revisionismo que supone el “socialismo latinoamericano”, que con el devenir de los años acabará derivando en el conocido (y fracasado) “socialismo del siglo XXI”. Además los 7 ensayos nos ayudan a entender la génesis del indigenismo y su intento de incrustación en el movimiento obrero, algo que es imposible debido al carácter nacionalista y reaccionario del primero.

Pasando al análisis de la obra, su índice ya nos muestra la variedad de temas que pretende tratar el autor (lo que recuerda a la teorización poética pero poco científica de Galeano), siendo el siguiente:

1.- Esquema de la evolución económica

2.- El problema del indio

3.- El problema de la tierra

4.- El proceso de la instrucción pública

5.- El factor religioso

6.- Regionalismo y centralismo

7.- Proceso de la literatura

En la propia escritura y desarrollo de los diferentes temas nos encontramos con una exposición no sistemática, introduciendo elementos económicos pero de modo indirecto y difuso. Me refiero a esto porque supuse que esta era una de las pocas cuestiones en las que se podría relacionar al autor con el marxismo, pero la consideración de la economía política por la historia era algo bastante corriente en la época, sobre todo por la gran labor interdisciplinar de la escuela de Annales.

Tal como indicamos al principio, lo que más destaca en la primera parte de la obra es el recurso constante al “comunismo incaico” y a su intento de recuperación en el futuro. De este modo el autor se decanta por una visión idealizada del pasado, basándose en obras historiográficas y no remitiéndose a fuentes concretas que refuercen sus tesis. Para comprender esto debemos remontarnos a los inicios del movimiento indigenista. Este solo se produjo en ciertos países de América en los que la “modernidad” no arrasó con anterioridad a los primitivos indígenas del suelo patrio, siendo paradigmático el caso argentino (representado en la figura y obra de Domingo Faustino Sarmiento). Efectivamente se percibe a los indígenas como incapaces de adaptarse a la modernidad, ya que esta chocaba con los fundamentos de su modo de vida y producción arcaico.

Por lo tanto, que esto sea verdad no justifica su masacre, ya que se debieron haber integrado en la modernidad y en la producción progresivamente. Pero esta es la lógica del capitalismo y de sus élites emergentes tras la independencia (con autores como Galeano que las alaban y solicitan un capitalismo propio para darles aún más poder… mientras que por el otro lado dicen hablar en nombre de los indígenas masacrados, los “nadie” que cuestan menos que la bala que los mata). En aquellos estados en los que se eliminó a la población nativa se erigió un proyecto nacional más parecido al desarrollado en Europa.

Sin embargo, en países como Perú o Bolivia, lo cuantioso de la población nativa hacía imposible su aniquilación, lo que hizo que como intento de cohesión social y de proyecto nacional se tratase de reivindicar algunos de los valores de estas comunidades en clave folclórica y culturalista. Este es el principio del indigenismo, un movimiento nacionalista por antonomasia. Sin embargo, el fracaso del mismo hará que el problema de integración nacional en estos países perdure hasta nuestros días, comenzando a hablar desde los años 60 del “problema de oriente”.

Por otra parte, hablar de comunismo incaico es equiparable a que el comunismo europeo tomase como referencia al imperio romano (cuya estructura era esencialmente imperialista, esclavista, corrupta y elitista). Este hace que el autor de forma indirecta legitime el imperialismo y el colonialismo, además de desarrollar un culto exacerbado al estado (recordemos, con el cual el comunismo pretendía acabar). Curiosamente en Europa existió un movimiento que, con ciertos tintes obreristas en sus inicios, reivindicó la experiencia imperial romana en clave nacionalista: el fascismo.

Esto concordaría con las abundantes citas (muchas más que a Marx, Engels o Lenin) del autor en su obra a pensadores declaradamente reaccionarios: Sorel, Proudhon, Unamuno, R. de Maetzu, Eugenio D’Ors… Esto no quiere decir que Mariátegui fuese un fascista, ya que sus citas al mismo son frías y no procesa una adhesión abierta al mismo. Sin embargo, la investigación histórica no suele mostrar la indiscutible conexión entre el nacionalsindicalismo (que a mi parecer es la acepción más correcta para Mariátegui, desde luego mucho más precisa que la de marxista…) y los movimientos populistas, nacionalistas o “socialistas” (sin ser este el socialismo científico teorizado por Marx y Engels, sino una especie de jacobinismo radical), algo ciertamente inquietante pero que no por eso debe de dejar de ser investigado y mencionado. La obra de Mariátegui en este sentido resulta de obligada referencia.

Bien, dejando claro estos conceptos más amplios, pasaremos a citar algunas de las ideas principales extraídas de la obra. La primera es la curiosa equiparación de la revolución francesa y la rusa, no siendo posible dilucidar cuál de las dos desconocía más el autor para poder afirmar semejante comparación. Por supuesto el movimiento obrero es consecuencia del triunfo del liberalismo, y es cierto que en la revolución de 1917 hay cierto carácter de lucha contra el feudalismo, pero en Francia (más allá de la posterior experiencia de la Comuna) no existió una emancipación obrera. Esto ya nos deja claro la confusión (no sabemos si intencionada o no) del autor entre jacobinismo y socialismo. También se tiene acusado al autor de racista, ya que trata de un modo un tanto particular a los negros, pero aun así en 7 ensayos no es posible confirmar o deshacer esta acusación.

Pasando al recurrente tema de los indios, Mariátegui no se cansa de insistir que los indígenas deben ser convertidos en pequeños propietarios (cuya esencia reaccionaria de este proceso nos explica brillantemente Marx en su obra más historiográfica, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte). Pero tras esta insistencia no nos indica la evolución de la propiedad en la tierra en ese futuro “socialismo indoamericano” del que tanto habla, solo haciendo referencias vagas a las tradiciones culturales comunitarias de las comunidades andinas.. Es cierto que hablará de cooperativismo, pero curiosamente (a lo igual que en Yugoslavia anteriormente) el velasquismo que regirá el país a finales de los 60 y principios de los 70 mostrará el falso y equivocado de sus tesis.

Otro tema recurrente es la crítica constante al colonialismo español (tanto por el genocidio del “comunismo incaico” como por la inserción de una cultura de vagancia quijotesca, recordando mucho a las tesis idealistas de Weber). Resulta curioso esta crítica en los años 20 del siglo pasado, debiendo preguntarnos de si en realidad los efectos de ese colonialismo español eran algo tan relevante o si no sería más preocupante para el país andino el imperialismo estadounidense (estado imperial al que deja entrever actitudes de admiración en ciertos fragmentos de la obra…). Esto nos lleva a la idea muy recurrente de la crítica al feudalismo (sin en ningún momento definir en que consiste ese tan vilipendiado sistema de producción que, como no, trajeron los españoles) y en qué medida el feudalismo seguirá siendo el predominante en el Perú de esos años, cuando ya a partir de los años 30 la descomposición de las haciendas es algo más que apreciable.

Además el autor hace referencias puntuales a la distribución internacional del trabajo, incapaz de entender que el rol que le fue asignado a Perú fue el agroexportador (siendo quizás esté el fantasma del feudalismo que tanto cita), es ese sistema capitalista que tanto alaba. Esto muestra su incomprensión de las tesis imperialistas de Lenin, e las que afirma que el capitalismo de “periferia” no será igual que el del “centro” (que igualmente sigue suponiendo la explotación de los trabajadores en ambos escenarios).

La incomprensión del fenómeno feudal hace que afirme que en plenos años 20 España sigue estando regida por el feudalismo… Es cierto que el país tenía un grave problema agrario (ya que no dejaba de ser un país de la periferia europea en cierta medida), que llegará a ser posteriormente una de las causas de la guerra, pero de ahí a afirmar que seguía siendo un país fiscal hay un gran tramo. Otra afirmación curiosa es la de la alabanza del colonialismo británico, afirmando que este fue un fenómeno eminentemente político y de carácter positivo (mirando de reojo a los Estados Unidos) comparado con la barbarie del colonialismo español (en esencia igual que el británico…).

Otro tema que mostrará el fondo idealismo de las tesis de Mariátegui será su concepción de la religión (debiendo vincularlo con lo que ya indicamos antes de confusión entre jacobinismo y socialismo). De este modo confundirá la idea de relegación a la vida privada y de no ataque a las creencias religiosas, formuladas por Lenin (entendiendo el ataque a la mismo como algo contraproducente y de esencia anarquista), con la puerta abierta al idealismo. Esto hace que llegue a hablar de “colectivismo tecnocrático” o “materialismo de la religión inca”, términos que son en esencia contradictorios. Este concepción la debemos relacionar también con el indigenismo, ya que ambos tienen una esencia cohesionadora imprescindible en cualquier proyecto nacionalista.

Al igual que en su alabanza al “mito revolucionario” de Sorel, sigue la línea trazada por Weber (crítico con la modernidad por su materialismo ajeno) o de Walter Benjamin (considerando de forma esotérica al socialismo como un nuevo judaísmo redentor). Pero estas son cuestiones que requieren sumergirse más a fondo en el pensamiento de José Carlos Mariátegui, tarea que estoy realizando en otro trabajo que espero que pueda ver la luz pronto.

En fin, creo que de forma superficial ya he expresado mi interpretación de la obra más representativa de Mariátegui y de cómo nombrar al autor como marxista no es apropiado, siendo incluso excesivo denominarlo como “marxiano”. Ahora voy a aprovechar para liberar tensiones: el panorama editorial (y bibliotecario) en nuestro país es lamentable, ya que obras como el del autor, que aunque a mí no me gusten, son de obligada consulta y lectura, y a no ser mediante pdf pirata, o su acceso es realmente difícil, y que no me vengan con el cuento de amplitud de oportunidades que supone la red, ya que no hay nada como la consulta de una obra en físico y con tranquilidad (ya no hablemos de comprarla por un módico precio porque comienzo a salivar innecesariamente…). Además me gustaría animar a todos los que no tenían en su radar a José Carlos Mariátegui, ya que en el fondo la relevancia del autor más allá de cierto academicismo pedante (el mismo que lo denomina marxista sin tener en contra ni lo que supone el materialismo en la filosofía) es escasa, siendo un intento de Gramsci que se quedó en una especie de Ortega y Gasset “indoamericano-sindicalista”.

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