Dr Lodario. Breve historia sobre una vida ejemplar. Parte 3. La Postguerra

«Tras la guerra llegó entonces el monte o la muerte»

Los huidos se perdían en las montañas escapando de una muerte segura, pues en el Bierzo la represión fue feroz y cruel. La represión se centró en las ya de por sí míseras familias, con multas colectivas, 5.000 reales a todo el pueblo; les requisaban también el ganado y otros bienes para cortar de raíz posibles redes de solidaridad y apoyo.

En 1940 los castigos se recrudecieron, el hambre se generalizada, las detenciones eran arbitrarias, las palizas constantes, pero el miedo no era suficiente. Todos los mayores de 14 años fueron deportados al campo de concentración de Arnao, en Asturias. Los niños se quedaron solos en un pueblo fantasma. Algunos fueron acogidos por vecinos de otras localidades.

Pero en medio del terror surgieron figuras honorables que han alcanzado la categoría de mito entre los vecinos supervivientes de Fornela. Hombres como ‘El Santeiro’ o el médico Lodario, que dejó claro que “entre el ser y el puro existir hay que optar por el ser”.

En 1942, el doctor Lodario, con la carrera recién terminada, obtuvo la plaza de médico interino en el Ayuntamiento de Peranzanes, en el valle de Fornela. Llegó a un espacio asolado por la guerra, empobrecido, donde pervivía la brutal represión causando muertes, torturas y detenciones por docenas, y el miedo era una presencia pavorosa y constante.

Durante sus muy escasos años de servicio Lodario practicó mucho más que la medicina. Fue un ejemplo de valentía, de compromiso con sus gentes. Su labor no se circunscribió a la admirable atención médica.

Impulsó la mejora en los hábitos higiénicos y de salud pública en las humildes casas familiares, animando a levantar tabiques que separaran por sexo a los hijos adultos; así como la educación y la creación de escuelas en localidades como Trascatro, Chano, Guímara y Cariseda.

Reflejaba una personalidad fuerte, humanista y comprometida, que promovió el conocimiento científico del entorno físico, colaboró en el progreso con el impulso de la llegada de la luz eléctrica, se ocupó de que las niñas no quedaran condenadas a lo que la tradición y el régimen de la Sección Femenina tenían pensado para ellas.

Su esmerada atención a los enfermos, su carácter afable, su personalidad arrolladora, su polifacética actividad, su solidaridad con los más pobres y su sentido humano lo convirtieron en una persona omnipresente y admirada por la mayoría de los fornelos, incluso por algunos guardias civiles que vivían acuartelados en la zona, lo que explica la profunda conmoción y tristeza que produjo su cobarde asesinato.

Atendía a los pobres sin cobrar “iguala médica” si hacía falta. El doctor Lodario fue médico de antifascistas, curaba a muchos guerrilleros de la zona, y también atendió muchas veces a los fugados. Cuando los guerrilleros necesitaban de su ayuda, él siempre acudía. Mostró extraordinaria valentía sanando igualmente a guardias y falangistas.

El recuerdo vivo de este joven médico ha pervivido en la memoria de los bercianos y fornelos como símbolo de la lucha por la libertad, por su apoyo a los más pobres y su cuidado a los que luchaban contra la dictadura en los años 40 en las comarcas de Fornela, Ibias, Ancares y el Bierzo.

Su mayor delito para el régimen fue ser un hombre con gran sentido de la libertad, fuerte personalidad y grandes dotes de amistad. Era un personaje en conflicto con el poder, generó recelos en el régimen franquista, era un mal ejemplo y los gerifaltes de Ponferrada decidieron matarlo como a una alimaña.

Como ya hemos aludido anteriormente fue asesinado por una brigadilla franquista –con naranjeros y bombas de mano- una aciaga tarde del 24 de septiembre de 1947, en un paraje cercano al pueblo de Anllarinos (León), cuando se dirigía al encuentro de su madre y de su esposa, embarazada de 7 meses.

Lo mataron por no dejarse someter, y por extender la desafección al régimen, no sólo entre los guerrilleros, también entre sus pacientes, hasta entrar en conflicto con el poder establecido.

“Somos lo que fueron, nuestros padres, nuestros abuelos, las experiencias que vivieron y las que nos trasmitieron”. Hay hechos que permanecen inmutables, a pesar del olvido selectivo y premeditado de quienes prefirieron borrarlos.

Hoy, algunos han decidido recuperar esa historia, traer de vuelta a los muertos para que hablen de lo que fue y no tuvo que haber sido, lo veremos en el último capítulo…

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