Elecciones generales de 1936

Ejemplo de unidad popular

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Tras el conocido como bienio reformista (1931-1933) en donde se llevaron a cabo importantes iniciativas políticas, económicas y sociales; hubieron de convocarse nuevas elecciones –en buena parte debido a las desavenencias que se estaban produciendo en el seno de la coalición republicano-socialista. Las elecciones de 1933, en donde por primera vez tuvo la mujer la oportunidad de ejercer su derecho al voto; dieron la victoria a las derechas, entonces representadas mayoritariamente por la CEDA, liderada por José María Gil Robles

No tardó el nuevo ejecutivo, presidido por Alejandro Lerroux, en eliminar algunas de las iniciativas tomadas en el primer bienio; por ejemplo, paralizó la ley que acababa con la financiación del clero o la prohibición que tenía éste de ejercer la enseñanza; la reforma agraria, por otro lado, fue suspendida, acabando así con la esperanza de miles de jornaleros que veían en la reforma del agro una posibilidad de salir de la vida de miseria a la que estaban abocados.

La actuación de los ejecutivos de este período provocó que las fuerzas progresistas, tanto burguesas como obreras, comenzaran los contactos para establecer un frente común que evitara la continuidad de las derechas en el poder. El escándalo del estraperlo y el de los pagos fraudulentos que se hicieron a una compañía que había tenido el contrato para el trayecto naval entre la Península y el Marruecos español –contrato que había vencido en 1929-  acabó por hacer caer el gobierno de Lerroux. Esta fue la ocasión que vio Gil Robles para que el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, le encargara la formación de un nuevo gobierno. Pero el presidente de la República desconfiaba, y no le faltaba razón, de Gil Robles –que hay que recordar nunca realizó la promesa de lealtad a la República-; dándole esa responsabilidad a Portela Valladares, con el único fin de convocar nuevas elecciones.

Ante esta convocatoria las fuerzas progresistas restablecieron las relaciones con el fin de lograr una coalición que evitara una nueva victoria de la derecha. A tal efecto el 15 de enero se firma un acuerdo para concurrir unidos a las elecciones. Esta coalición, que posteriormente sería conocida como Frente Popular, nombre que la había puesto el PCE; se formó con la firma del PSOE, Unión Republicana, Izquierda Republicana, PCE, Partido Sindicalista y POUM; a la que se unieron en algunas circunscripciones el Partido Galleguista, Acción Nacionalista Vasca y Ezquerra Valenciana. En Cataluña se presentó con el nombre de Front d’Esquerras, coalición integrada por ERC, Acció Catalana, Partit Republicà d’Esquerra, POUM, PSUC (unión del Partit Comunista de Cataluña y la Unió Socialista de Cataluña).

En los comicios del 16 de febrero –con segunda vuelta el 4 de marzo- el Frente Popular obtuvo la victoria, venciendo en la mayoría de las circunscripciones y en prácticamente todas las grandes capitales –como había ocurrido en las municipales de 1931-. En total obtuvo 278 escaños sobre un total de 473, que representaban el 58,7% de los votos emitidos.

Como apunta el profesor González Calleja en su obra La Segunda República Española, « Vista en perspectiva histórica, esta victoria tuvo gran mérito y se convirtió en un hito, pues derrotó doblemente a poderes seculares, arraigados en España, por un lado, al poder de las redes locales caciquiles y clientelares de las zonas rurales, que gastaron mucho dinero y presionaron durante la campaña electoral […] Por otro lado, a poder del Gobierno y los gobernadores civiles para favorecer a sus candidatos, los portelistas.» También ayudó al triunfo del Frente Popular el que la CNT, al contrario que hizo ante las elecciones de 1933, no hiciera una campaña activa pidiendo la abstención.

Los políticos progresistas del momento supieron sacar consecuencias de los resultados de 1933, que propiciaron la victoria de la derecha. Dejando de lado sus discrepancias, tuvieron claro que la única manera de oponerse a las fuerzas reaccionarias, era la unidad. Una unidad necesaria para llevar a cabo las reformas ya apuntadas durante el primer bienio, que pretendían hacer de la sociedad española, una sociedad más justa, más libre, y más solidaria.

La actuación de republicanos de izquierda, socialistas, comunistas, e incluso se podría añadir anarquistas, dio un ejemplo de coherencia política; de generosidad personal y partidista. En definitiva demostraron que unidos se pueden alcanzar los objetivos predeterminados. Como es sabido los reaccionarios no asimilaron con espíritu demócrata – en realidad porque nunca habían sido demócratas-, y forzaron el levantamiento del 18 de julio de 1936 que terminó con las esperanzas de millones de españoles y que nos abocó a una larga noche de casi cuarenta años de duración.