La indiferencia también es machista

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Porque sí, puede que hayamos avanzado en algunos aspectos pero, desde luego, no es suficiente. Y las mujeres de hoy queremos los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas miradas, trato y respeto que los hombres. Y los queremos en esta vida, aquí y ahora.

Sólo se vive una vez, al menos, hasta donde sabemos. Por eso sorprende ese discurso tipo “Pero si las cosas están mucho mejor que antes” para acallar las reivindicaciones de cambio. Sorprende en cualquier terreno y, en concreto, sorprende con el machismo. “La mujer ha conseguido ya mucho”, “El feminismo ya no es necesario como antes”, “Esta lucha hoy no tiene sentido”. Como si no hubiera una media de 70 mujeres asesinadas al año por sus parejas, como si no hubiera una violación cada siete horas (al menos), como si la diferencia salarial no estuviera en unos 6.000€ anuales por el mismo trabajo, como si los hijos o el hogar no tuvieran nombre de mujer, como si… podría seguir párrafos enteros, horas de lectura hablando de los privilegios de los hombres y de las desigualdades actuales. Pero creo que captan la idea.

Porque sí, puede que hayamos avanzado en algunos aspectos pero, desde luego, no es suficiente. Y las mujeres de hoy queremos los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas miradas, trato y respeto que los hombres. Y los queremos en esta vida, aquí y ahora.

Debemos acabar con todos esos conceptos machistas de antaño pero también identificar y eliminar los que se introducen bajo el envoltorio de la modernidad. ¿Las redes sociales, por ejemplo? Todo muy juvenil y novedoso, pero igualmente machista. Son ideas, actitudes que se cuelan de forma sigilosa en las nuevas modas, en las canciones más cool, en los trabajos más vanguardistas como una semilla que crece en silencio. Pongamos un ejemplo muy concreto, en apariencia insignificante, pero realmente potente y simbólico.

La guerra manifiesta contra los pezones en cualquier imagen, el lenguaje más universal del momento. En gran parte de las redes sociales los pezones de las mujeres (sólo de las mujeres) están prohibidos, demonizados, perseguidos, borrados completamente. Ni las fotos artísticas se salvan. Están censuradas. Y eso se asume como normal, se asimila muy poco a poco, pero de forma implacable. A tal punto llega el asunto, que ha habido iniciativas para mostrar cómo hacer un examen mamario para detectar el cáncer y un hombre de formas voluptuosas, con pechos carnosos digamos, ha hecho de modelo para evitar la censura. La campaña también era una denuncia en sí misma. Todo muy natural, ¿verdad?

Porque sí, puede que hayamos avanzado en algunos aspectos pero, desde luego, no es suficiente. Y las mujeres de hoy queremos los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas miradas, trato y respeto que los hombres. Y los queremos en esta vida, aquí y ahora.

Sólo una mirada machista, que cosifica y erotiza todo lo que tiene que ver con la mujer, explicaría esta tendencia. En este legado que nos obligan a tragar, el pezón es una parte por el todo. La ofensiva no es sólo contra el pezón de la mujer, es contra su cuerpo, contra su libertad. Y sin darnos cuenta, vamos haciendo nuestra esa mirada sobre la mujer. Así se regenera y se hace más fuerte el machismo.

Puede que el mundo ya estuviera construido cuando nos hicimos conscientes de la desigualdad. Puede que fuéramos parte de ese machismo sin quererlo, que no eligiéramos ni pidiéramos esos privilegios. Puede. Pero lo importante es que una vez identificado, queramos formar parte del cambio. Porque la lucha ha de ser de todos, hombres y mujeres. No se trata de una estúpida lucha de sexos sino de tener claro que el machismo es, desde su más pequeña manifestación, el que sostiene la desigualdad.

Porque son esos privilegios que tienen los hombres los que provocan que unos cuantos se crean con derechos sobre cualquier mujer y sepan que ejercerlos no les saldrá muy caro. Porque son esos mismos los que convierten a las mujeres en esclavas, prostitutas, cuidadoras, úteros, objetos, meros cuerpos bonitos, puestas ahí como una tentación en la marquesina de los autobuses. Porque desearlas y querer tenerlas, (tenerlas a cualquier precio) no es sólo culpa suya.

Se trata, en resumen, de ser feminista, término que parece crear hoy mucha confusión  pero que queda bien definido en la Real Academia de la Lengua Española: “Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”.

Decíamos al principio que sólo tenemos una vida, igual que sólo hay una actitud que podemos elegir. Y hay que tomarla teniendo en cuenta que una postura indiferente ante el machismo no hace más que perpetuarlo. Porque el silencio, amigos, es también una elección: la de permitir que las reglas y las cifras de la vergüenza sigan siendo las mismas.