¿Cúando se acabará el mundo?

La misma idea del fin del mundo es muy subjetiva. ¿Será cuando desaparezca la vida en el planeta, la Humanidad o simplemente la Civilización?

Como buen aficionado a la Ciencia Ficción (la “Historia del futuro” cuando es buena literatura científica), a veces reflexiono en tonterías como cuánto tiempo nos queda en este mundo a esta especie llamada Homo sapiens sapiens. Aunque quizás lo de sapiens al cuadrado le venga grande. La misma idea del fin del mundo es muy subjetiva. ¿Será cuando desaparezca la vida en el planeta, la Humanidad o simplemente la Civilización? Eso sí, lo primero de todo es desechar todas las creencias religiosas o milenaristas que evidentemente no aportan ninguna luz al tema.

Empecemos por el final. A nuestro Sol, una estrella normalita pero imprescindible para la vida, todavía le queda combustible para unos cinco mil millones de años antes de transformarse en una Gigante Roja, cuando nos engullirá su inevitable expansión. Posteriormente se transformará en una Enana Blanca, una imagen preciosa que nunca veremos, entre otras cosas porque el proceso completo durará unos seiscientos millones de años, y ya sabemos que la paciencia no es lo nuestro.

Sin embargo, mil millones de años antes, la Vía Láctea colisionará con nuestra galaxia vecina Andrómeda. Suena espectacular, pero es harto improbable que las estrellas chocaran unas con otras, pues las distancias entre ellas seguirían siendo enormes, aunque las fuerzas gravitacionales de los sistemas solares sí que podrían verse afectadas si otra estrella pasara cerca, variando las órbitas planetarias.No tiene pinta de que el planeta y su ecosistema llevaran bien tanto cambio, y podríamos terminar como Marte o Venus al variar nuestra órbita.

Pero no hace falta irnos tan lejos en el tiempo y espacio, muchísimo antes, cada 50 o 100 millones de años, más o menos, y según los registros geológicos, las placas tectónicas se fracturan de manera descomunal en algunos lugares, provocando volcanes gigantes que en pocos meses llevarán al planeta a la oscuridad absoluta y a la muerte de casi todo ser viviente, siendo estos acontecimientos los culpables de las mayores extinciones masivas de especies del planeta desde que hay vida, por lo menos cinco de las seis extinciones que ha habido.

También tiene costumbre el cielo de mandarnos asteroides bien grandes cada cierto tiempo cósmico; de hecho, la NASA tiene controlado un asteroide gigante destructivo que chocaría con la Tierra en el año 2880. Según dicen, la tecnología habrá avanzado tanto que es muy posible que lo desviemos o destruyamos, ya sabéis como nos las gastamos los humanos cuando nos cabrean.

Más impredecibles son la ionosfera y la magnetosfera que nos protegen, y muy bien por cierto, de todos los rayos cósmicos y solares que harían imposible la vida en la Tierra por la radiación. Pero, por lo que parece, no es algo que nos deba preocupar, pues no se esperan cambios en los próximos cientos de miles de años.

En cualquier caso, parece que el universo y la geología nos dejan un buen margen de tiempo para disfrutar de las vistas, siendo pesimistas por lo menos unos cincuenta mil años.

Y ya solo quedamos nosotros para joderlo todo, que dominamos la Tierra como Civilización desde hace seis mil años y la hemos usado como si fuera un surtidor inagotable de recursos, como si no existiera el mañana. Es precisamente este uso, unido al tipo de relaciones sociales que utilizamos entre nosotros, el que ha conseguido ser nuestro principal enemigo para evitar el fin del mundo, por encima de cualquier intervención cósmica o natural. Un programa informático de una universidad británica calculó que en el 2100 se agotarán todos los recursos naturales al ritmo de consumo actual, pero agotados hasta el límite de no haber dejado nada comestible y respirable.

No sé si habréis observado el bajón en años que hemos dado. Solo hay que mirar un poco alrededor y ver que, más allá de la burbuja en la que vivimos los occidentales, el mundo está mal, muy mal, que nos lleva posiblemente a un abismo de destrucción, y antes de lo que pensamos.

La influencia del ser humano para destruir el mundo son variadas y muy interrelacionadas entre sí. La actual economía capitalista, basada sobre todo en el mundo financiero, los servicios y en la producción barata de bienes de consumo y tecnología, tiene unas consecuencias tan grandes que es inevitable su colapso, como bien avisan muchos economistas.

La destrucción del medio ambiente y la utilización demencial de todos los recursos naturales ha llegado a tales niveles que ya consumimos en el mes de agosto el 100% de los recursos que puede regenerar el planeta en un año, es decir, que los cuatro meses siguientes nos estamos devorando unos recursos que ya no se renuevan, robando así el futuro de las siguientes generaciones. Unido a la contaminación y residuos, otro regalito a nuestros descendientes, y el aumento de población, esto puede llevarnos a un cóctel explosivo en el que simple y llanamente nos tendríamos que terminar comiendo nuestra mierda. Según muchos expertos, estamos entrando ya en lo que llaman el “punto de inflexión climático”, es decir, el efecto invernadero y sus consecuencias en el futuro ya no se podrán parar ni ralentizar.

Si en diez o veinte años no ha cambiado el modelo social, energético y productivo, ya no habrá vuelta atrás.

Otro posible derrumbe sería la propia economía en sí: el poder ya no está en los grandes productores industriales o imperios, sino en un mundo financiero mágico y su brazo armado, las transnacionales, donde el dinero se multiplica en las bolsas y fondos buitre con especulaciones sobre lo que sea, aunque sea el trigo que comen millones personas. Un dinero que no produce nada y que en su 90% es virtual, al no parar de moverse en trillones de operaciones financieras diarias. Evidentemente esto lo llevan un pequeño grupito de listos que cada vez son más ricos a costa de aumentar la pobreza y las desigualdades. La relación es matemática digan lo que digan: cuantos más yates más pobreza.

El nivel de resistencia del humano a la explotación varía mucho, pero a este ritmo, la ONU ha calculado que en el 2050 el 1% de la población tendrá el 50% de la riqueza mundial, mientras que el 15% más rico consumirá el 80% de los recursos naturales y manufacturados ¿Alguien piensa que esto no petará por algún sitio? Las élites aguantarán todo lo que les dejemos, pero puede llegar el momento en el que no haya ya mucho que recuperar, que la degradación de la sociedad haya sido tan grande que no seamos ya capaces de reconducirnos ante la imposibilidad de repartirnos de forma solidaria lo poco que quedará.

En una sociedad donde se acepta que los mayores negocios legales sean las guerras, los beneficios de las farmacéuticas, la privatización de los servicios públicos o la explotación de los recursos y de las personas mediante la precarización son caminos que nos llevan irremediablemente al apocalipsis de la especie más tonta conocida.

Los conflictos armados serían otro daño colateral de esta locura; al ir acabándose los recursos habrá guerras por quedarse las sobras. Un holocausto nuclear es muy factible, tal y como marca el reloj “del juicio final” de Chicago. Y aunque parezca mentira, hay algo más probable y peor, la guerra biológica puede ser igual de letal y por desgracia es muchísimo más barato de producir. Viendo los psicópatas que hay en este momento con oportunidad de apretar botoncitos rojos, es más que posible que ni siquiera lleguemos a 2100.

Lo peor de todo es que todos somos conscientes de lo que estamos haciendo, pero la indiferencia y sedación general provocada por la ideología predominante del poder económico, cuyo Dios supremo se llama Dinero, nos ha convertido en los nuevos siervos del mundo postmoderno, pero encima siendo tan estúpidos al pensar que nuestros intereses como especie y sociedad van unidos a los intereses de esta oligarquía cada vez más inflada de su riqueza.

Y mucho peor todavía es que conocemos la solución a este suicidio colectivo: solidaridad y cooperación frente a individualismo y competitividad, rediseñar una economía pensada para las personas, conseguir sociedades tolerantes que resuelvan sus conflictos de forma pacífica, el respeto por el diferente, luchar contras las desigualdades, mirar a largo plazo, la igualdad total entre hombre y mujer, pues no hay mayor desperdicio que no utilizar la mitad de la inteligencia de la humanidad, y por supuesto una visión más feminista de la vida, pues los hombres ya hemos tenido tiempo suficiente para demostrar nuestra incompetencia.

Hay mucha gente preparada para llevar a buen puerto intentar salvar nuestro mundo, solo faltamos los demás peones. Para empezar, no hay que tener complejos, la superioridad ética y moral de los que pensamos en un mundo mejor siempre será superior al de cualquier súbdito resignado, y es ahí donde se puede luchar, en la pedagogía de enseñar al prójimo lo que es bueno para el conjunto, el SENTIDO COMÚN está con nosotros. Pero tampoco hay que desechar una revolución, pues es la única opción que les hemos dejado a la siguiente generación. Ellos tendrán que matarse por recuperar lo que nosotros perdimos sin darnos cuenta.

Pues al final, tirando por lo alto, nos quedan casi dos telediarios. Que el último apague la luz

Francisco Javier García Martínez
Francisco Javier García Martínezhttps://asambleadigital.es
Licenciado en Historia. Técnico superior en electromedicina. Activista, defensor de los DDHH y la justicia social

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